Consejos a una jovencita: “Para hacer el amor, amor se necesita”
Ana Istarú

Ana Istarú La Nación: PROA, Abril, 15, 2007
Antes de irme a la cama con alguien, estar segura de conocer su segundo apellido. Si no conozco ni eso, ¿qué es lo que realmente conozco de él? ¿Me subiría en un tren sin saber su destino ni ruta?
Al irme a la cama con alguien, usar condón. Sobre todo si contemplo la posibilidad de, algún día, tener bebé. Una infección, a veces indolora, puede causar dificultades para concebir. Y un método anticonceptivo adicional. El condón puede fallar. El sexo de la vida real, como se aprecia, no es tan expedito como el de las películas.
Antes de irme a la cama con alguien, esperar flores. Quisiera poder decir: dar flores. Ojalá existan ya varones que no huyan espantados ante una mujer cortejante. Pero por el momento digamos: esperar flores, algo que indique un mínimo elemental de afecto. Un hombre que no está dispuesto a dar ni flores, ¿está dispuesto a dar qué? No hablo de bienes materiales. Hablo de ofrecer lealtad y ternura, admiración y apego, respeto y pasión. Esos rubros antiguos sobre los que se construye el espinazo en desuso de la palabra amor.
Antes de irme a la cama con alguien, preguntarme: ¿por qué lo hago? ¿Porque es la única forma de sentirme querida? ¿Es justo ofrecer mi cuerpo como presa para financiarme semejante engaño emocional? ¿O lo hago porque a cierta edad se supone que “todo el mundo” lo hace? ¿Por qué tiene que importarme “todo el mundo”? “Todo el mundo” no va a venir a juntar los pedazos cuando me sienta hueca, utilizada, defraudada. ¿O me voy a la cama para demostrar(me) que yo también puedo hacer de un hombre pasto de rapiña, comérmelo, alzármelo, almorzármelo, para luego desecharlo, vengándome preventivamente?
Si así fuera, estaríamos asistiendo con pesar al surgimiento de nuevos varones machistas, esta vez con faldas. Más vulnerables, sin embargo, por natura: un donjuán no queda encinta.
Y más allá del embarazo, el papiloma y demás hierbas corporales, la vida sexual activa de una pareja es un peso emocional que no toda muchacha puede ni debe soportar. Despreocupación y alegría, ardores de sofá, descubrimiento y sujeción del deseo, el erotismo adolescente puede ser una escuela cálida y placentera, un preámbulo de oro a lo que un día será la plenitud de la adultez. Es extasiarse en un paisaje sin afrontar sus precipicios.
El sexo no es una banalidad. No debe serlo. Para hacer el amor, amor se necesita.
Si hago una fiesta y no quiero que salga mal, no la improviso. El sexo es la fiesta del cuerpo. Por favor, no la echemos a perder.