0.00003% de democracia
Leonardo Garnier

Leonardo Garnier
La Nación, 15/11/00
Es difícil tomarse en serio una elección en la que el candidato que tiene más votos en todo el país, y el que tiene además la mayoría de votos electorales en el resto del país, pierda la presidencia de la nación más poderosa del mundo por doscientos votos en un Estado en el que “se perdieron” un número significativo de cajas de votación, que luego “reaparecieron” sin que, hasta ahora, haya una explicación satisfactoria. Peor aún, el conteo inicial le daba a Bush una ventaja de casi dos mil votos pero, al revisarlo, la diferencia se redujo apenas a unos doscientos, sin que haya tampoco una explicación clara de cómo se dio el error inicial. Y hay otros problemas pendientes. En algunos condados se anularon casi el doble de los votos que normalmente se anulan. En otros, se usó una papeleta “mariposa”, y muchos se quejaron de que, queriendo votar por Gore, votaron por Buchanan, lo que pudo favorecer a Bush en bastante más de doscientos votos. Los demócratas piden que se revise manualmente los votos en esos condados, y los republicanos intentan bloquear judicialmente el reconteo manual, argumentando que eso abriría un “potencial para el fraude”. ¡Y todo esto en el Estado gobernado por el hermano del candidato que parece favorecido con las irregularidades!
A nivel nacional, Gore parece tener 49.252.780 votos populares, contra 49.036.353 de Bush. Una ventaja de 216.427 votos. Pero en Estados Unidos las elecciones no se ganan por el voto popular, sino por los votos electorales: el que gana un estado se lleva todos sus votos electorales. Por eso, un candidato con más votos populares podría perder la presidencia si tiene menos votos electorales. Esto, absurdo como nos pueda sonar a muchos, está establecido en la Constitución, y así lo han reconocido Gore y Bush.
Pero no es eso lo que está ocurriendo: sin contar la Florida, Gore no sólo tiene la mayoría de los votos populares, sino que tiene la mayoría de los votos electorales: 255 contra 246 de Bush. Sin embargo, teniendo la mayoría de los votos populares y la mayoría de los votos electorales del resto del país, Gore podría perder la presidencia si pierde los 25 votos electorales de la Florida, que le darían el triunfo a Bush. Y todo por doscientos oscuros votos que representan una ventaja de 0.00003% para Bush. Una ventaja insignificante y de dudosa legitimidad, pero que aún así podría hacerlo presidente.
Una diferencia del 0.00003% lo único que significa es que la elección en la Florida quedó empatada o, peor aún, como parece desprenderse de las evidencias, que hubo fraude y que en realidad le estarían robando la elección a Gore. A pesar de eso, ya se empiezan a levantar voces para que Gore acepte resignado este resultado “por el bien de la nación y por el bien de la democracia”. Incluso algunos demócratas – tal vez pensando ya en el 2004 – se han hecho eco de este llamado. Una resolución rápida, se ha dicho, es mejor que llegar al fondo de lo ocurrido, aunque lo ocurrido pueda haber constituido – no lo sabremos – una burla de la voluntad popular, un fraude electoral.
La democracia merece más que eso. La elección terminó en un virtual empate. La diferencia de votos, en cualquier dirección, es tan pequeña que es insignificante. Si alguien ganó, parecería que fue Gore y no Bush. Pero la nación está dividida. Lo que corresponde, es que los estadounidenses hagan un alto, reconsideren su responsabilidad ciudadana, y vayan a una nueva elección sabiendo qué es lo que está en juego y que cada voto cuenta. Esa no es la salida contemplada en la Constitución, que no prevé una segunda ronda sino que pone la decisión en manos del Colegio Electoral. Si entienden lo que está en juego, y se colocan por encima de los intereses de su candidato, los miembros del Colegio Electoral deberían convocar a una nueva elección nacional. Pero no creo que lo hagan: optarán por las escuálidas apariencias de ese oscuro 0.00003%. Así, preservarán las formas democráticas, a costa de la democracia y de la voluntad popular. Al final, todo esto quedará como un anécdota más de la historia política reciente.