Desarrollo sostenible y palabras gastadas
Leonardo Garnier

Leonardo Garnier
La Nación, 4/6/97
A veces usamos tanto ciertas palabras que las gastamos aún antes de darles pleno contenido. Ya hace más de 50 años, en Palabras gastadas, don Pepe escribía que los términos democracia, socialismo y liberal habían pasado a ser precisamente eso: palabras gastadas. No porque sus resultados se hubieran alcanzado y con ellos, las palabras hubieran alcanzado también el merecido desgaste... sino porque se fueron vaciando de contenido, hasta gastarse.
En el campo del desarrollo, empezando por la palabra desarrollo misma, hemos visto ocurrir algo parecido. Hemos jugado con las palabras como quien juega con envases desechables. Así, se habló de crecimiento, de desarrollo, de subdesarrollo... Cuando esto adquirió connotaciones ideológicas poco aceptables, entonces se habló del otro desarrollo, de desarrollo autocentrado... en fin... se habló. En los últimos años, un nuevo adjetivo ha cobrado preeminencia: hoy hablamos del desarrollo sostenible. ¿Se gastarán también estas palabras antes de llenarse siquiera de contenido, o lograrán pasar de ser un eslogan de moda, a convertirse en una guía efectiva para la reflexión y la acción?
No soy amigo de aferrarme a las palabras de moda, a los eslóganes... creo que tienen una enorme facilidad para desviar la atención de los verdaderos problemas de fondo, que suelen ser bien entendidos por el simple sentido común. Pero, si nos movemos en un mundo en el que las palabras y los eslóganes cuentan, entonces hagámoslos contar en serio, llenémoslas de contenido y actuemos en consecuencia. Sostenible... ¿qué hace que un proceso de desarrollo sea sostenible? De acuerdo al sentido común, debiéramos estar hablando de aquellas características que, al estar presentes en las decisiones de hoy, hacen que estas decisiones y sus resultados se sostengan en el largo plazo... es decir, que los logros de hoy no tengan, como ha sido tan frecuente en el pasado, “pies de barro” que se van debilitando rápidamente con el pasar del tiempo, hasta mostrar que los logros que tanto nos enorgullecían, por notables y meritorios que fueran, no contaban con el sustento necesario para sostenerse en el tiempo.
¿De qué se trata pues? Se trata de que hagamos evidente y explícito, cuáles son los elementos dinamizadores e integradores que son necesarios para garantizar que los procesos que iniciamos, puedan continuar sin problemas en el futuro razonable. Para ello, debemos traer al presente todos los costos y beneficios del desarrollo, no sólo los costos y beneficios económicos, sino los sociales, los ambientales, los culturales y los políticos, de manera que tengan que ser tomados en cuenta de manera explícita en los procesos decisorios de todos los agentes sociales, sean estos públicos o privados, individuales o colectivos. Cuando algún costo, cuando algún beneficio deja de ser tomado en cuenta, aumenta el riesgo de que una buena decisión no se tome... o de que se tome una decisión que, a la larga, no era la correcta.
Tenemos muchos ejemplos de éxitos insostenibles en nuestro desarrollo: un gasto en educación que no llegaba a convertirse en inversión; unos fondos de pensiones que se descapitalizaban continuamente; una inversión social cada vez más dependiente del endeudamiento; un esfuerzo productivo que no se sostenía sin una protección permanente; un bosque rico, en medio de un pueblo pobre... Pero no se trata de abandonar estos éxitos, pues éxitos son, y así debemos entenderlos. Se trata de convertirlos en éxitos sostenibles, de darles un verdadero sustento: que la educación contribuya al saber vivir, saber producir y saber convivir; que la biodiversidad y la reforestación contribuyan a la riqueza material de las comunidades rurales y del país; que cuando nos endeudemos sea en proyectos que tengan una clara rentabilidad social, y un mecanismo para garantizar su retorno financiero; que los esquemas financieros de la seguridad social sean realistas y solidarios; en fin, que los beneficios que se heredan a las futuras generaciones guarden proporción con los costos que también se les heredan.
Esto supone una profunda transformación cultural, institucional y política. Supone un estilo de hacer política que no ha sido parte de nuestro desarrollo reciente más que en retazos. Tenemos ejemplos que muestran el camino a seguir... y ejemplos que muestran el camino al fracaso. Aprendamos de nuestra historia, y de las historias ajenas, para que podamos llenar de contenido al desarrollo sostenible, y para que tal vez así vayamos también desempolvando las viejas palabras gastadas ¡qué buena falta nos hacen!