El papel de la mujer... y del hombre
Leonardo Garnier

Leonardo Garnier
La Nación, 21/7/95
Como se señala en el programa de actividades para la celebración del Día Mundial de Población, promovido por el Fondo de Población de las Naciones Unidas: “el aspecto más notable del Programa de Acción de la Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo, es que coloca a la mujer en un lugar prominente y ratifica la importancia de que mujeres y hombres participen e intervengan por igual en la vida productiva y reproductiva, incluida la división de responsabilidades en cuanto a la crianza de los hijos y el mantenimiento del hogar”.
Esto puede verse desde muchos puntos de vista: académico, político, desde la práctica social... o personal. Yo tengo dos hijas. Y si bien no puedo abstraerme de mi formación académica, mis posiciones políticas, o mi praxis social, tampoco puedo dejar de reconocer que ser padre de dos hijas me obliga a reflexionar y actuar con especial responsabilidad en esta tarea de redefinir el papel de la mujer --y el papel del hombre-- en la búsqueda por un desarrollo humano sostenible: ¿Cómo es el mundo en el que están creciendo mis hijas? ¿Cómo es el mundo en el que yo quisiera que llegaran a vivir? Esas preguntas, que me angustian y emocionan como padre, no son en el fondo distintas a las preguntas que me puedo hacer normalmente como académico, o que me puedo hacer hoy, momentáneamente, como “político”.
Un problema central es el de la reducción de los estereotipos sexuales: aquí tenemos problemas y logros que van desde los juegos hasta los textos y las actitudes de los maestros y familiares. Debemos reconocer que hemos avanzado significativamente en este campo: ya la mayoría de nuestras escuelas y colegios son mixtos, los textos han ido perdiendo poco a poco su carga de estereotipos, y hasta la influencia de los medios masivos incluye hoy mensajes que claramente cuestionan la discriminación y la desigualdad prevaleciente en nuestras sociedades... pero falta mucho. ¡Y falta más por cambiar el estereotipo masculino que el femenino! Y de nuevo, recuerdo a mis hijas: no sólo debo preguntarme ¿qué clase de mujeres y de ciudadanas van a llegar a ser?, sino que inevitablemente me pregunto de seguido: ¿qué clase de compañero pueden llegar a tener, si sólo alteramos y corregimos el estereotipo femenino, pero seguimos con los mismos hombres de siempre?
En el mundo del trabajo esto también tiene dos caras. Aunque se ha avanzado notablemente en las últimas décadas, y hay mujeres que ocupan cada vez más y mejores trabajos, la igualdad está muy lejos de haberse logrado en muchos campos: igualdad de derechos, igualdad de oportunidades, igualdad de remuneraciones y --no menos importante, aunque normalmente se subestime-- igualdad de trato. Pero la otra cara de la moneda es la incorporación del hombre a compartir las responsabilidades y las recompensas de la vida familiar. Mientras esta segunda tarea no sea una responsabilidad compartida por igual... la primera siempre será una igualdad ficticia, que impone una mayor carga sobre la mujer, y un freno a su verdadera incorporación al que hasta hoy ha sido el “mundo del hombre”.
Esto tiene una consecuencia que pocas veces se menciona: la reproducción y la vida familiar no son sólo un asunto privado, son un asunto social, y la incorporación de hombres y mujeres a los mundos productivos y reproductivos supone, lógicamente, una transformación de las reglas del juego en el mundo del trabajo, que lo adecue a las necesidades del mundo familiar. Hasta hoy, es la familia la que debe someterse a la oficina, a la fábrica, al trabajo, en fin, a la “producción”; es la familia la que debe “comprender” las exigencias y la importancia del trabajo paterno. Pues bien, es necesario ahora que también en los lugares de trabajo se reconozca que sin “reproducción”, poco sentido tiene la “producción”. Recordemos en la película Kramer vs. Kramer, cómo le cuesta a ese “mundo del trabajo”reconocer las simples realidades de los hijos enfermos, las reuniones escolares, las compras de comestibles... cuando le toca al hombre asumirlas. En efecto, esos puestos “importantes” suponen una dedicación que excluye la verdadera responsabilidad en la vida familiar, y supone que “el otro” (generalmente la otra) se hace cargo de esas cuestiones triviales... aunque tenga su propio trabajo. ¿No es esa una de las principales razones para que no haya más mujeres en puestos “importantes” en la vida pública o de negocios?
Hace ya algunos años, escuché un comentario en Radio Universitaria – no recuerdo de quién –, con el que quisiera terminar. Se refería a que si bien para los que vivimos en el Siglo XX los temas dominantes parecen haber sido las grandes guerras mundiales, el ascenso y luego la caída del comunismo, la nueva revolución tecnológica y otros acontecimientos por el estilo, cuando se evalúe este siglo históricamente dentro de doscientos o trescientos años, el cambio que realmente va a haber marcado nuestra época será, precisamente, el cambio en el papel de la mujer en la vida social, política y económica de las sociedades modernas. Esa, me parece, sería una buena herencia para mis hijas que son – como ellas mismas dicen – mujeres del siglo XXI.