la Sinfónica pateara...
Leonardo Garnier

Leonardo Garnier
La Nación, 10/7/99
Aunque en el intermedio se había ido la luz, todavía gozábamos con las sensaciones que nos dejó la Sinfonía Grande de Schubert interpretada por la Orquesta Sinfónica Nacional. Y mientras esperábamos por el Bolero hipnótico de Ravel, de la conversación con don Guido Sáenz surgió esa inevitable comparación: ¿y si en fútbol hiciéramos algo parecido?
Y es que pocos días antes me había tocado estar en el mismo Teatro Nacional escuchando el primer concierto de la actual Sinfónica Infantil. ¿Cómo no emocionarse viendo y escuchando a nuestras niñas y niños tocar así? ¿Cómo no sentir un profundo respeto y un inmenso agradecimiento por el trabajo de profesionales como Marvin Araya, que dirigía con aplomo y afecto, con rigor y pasión a esos muchachos? ¿Cómo no sentirse orgulloso de esos jóvenes músicos? ¿Cómo no admirar el apoyo y la paciencia de sus padres? Y de nuevo la pregunta se hacía obligatoria: ¿por qué no podemos hacer lo mismo con el fútbol? ¿Por qué no podemos aprender de nuestros aciertos?
Y es que aciertos tenemos, y no sólo en la música clásica, donde hoy Costa Rica ocupa por derecho propio un lugar en el mundo. También ha sido visionario el trabajo de la Fundación Omar Dengo que, con el apoyo de Francisco Antonio Pacheco, logró que las computadoras y la informática sean hoy completamente familiares a nuestros estudiantes. Y por distintas vías, pero con igual éxito, la conciencia ambiental se ha ido abriendo espacio en las nuevas generaciones, haciendo que nuestros jóvenes tengan un aprecio y un respeto por la naturaleza mucho mayor que el de ninguna generación anterior. La música, la revolución informática, la convivencia con la naturaleza, son todas áreas en las que Costa Rica ha logrado sembrar en sus nuevas generaciones, apostando al futuro desde el presente.
¿Por qué no hacemos lo mismo en otras áreas? ¿Por qué no hacemos algo parecido en el fútbol?
Y no es un asunto trivial. A los costarricenses nos gusta, nos interesa, nos apasiona el fútbol. Le dedicamos en cantidades asombrosas nuestra energía, nuestro tiempo y nuestro dinero. Los periódicos, la radio y la televisión tienen sus mayores audiencias cuando publican o transmiten sobre fútbol. Pero nunca hemos tenido la visión, la capacidad, la decisión de tomárnoslo en serio. Es cuestión de patear y hacer botellas. Y botellas hemos tenido... no buen fútbol. Porque con excepciones que no llegan a hacer verano –como don Hugo Tassara o Carlos Watson—Costa Rica no ha tenido un verdadero programa de desarrollo futbolístico, un verdadero programa de educación futbolística, un esfuerzo paciente, sistemático, de esos que toman veinte años, pero que son los únicos en dar frutos duraderos.
¿Seguiríamos gozando hoy de esta magnífica Sinfónica de no haberse iniciado, junto a ella, los programas de la Sinfónica Juvenil y la Sinfónica Infantil? Es evidente que no, porque para hacer escuela no basta una buena orquesta capaz de dar unos cuantos buenos conciertos. Ah... pero cómo nos gustó ir a Italia 90. Y cómo nos gustaría que –como Bora ayer—Maturana nos llevara de la mano a otro Mundial. Pero ¿hacer escuela? No, de eso nada. Y mientras no hagamos escuela, mientras no nos tomemos el deporte –y el fútbol—con la seriedad que ameritan, tendremos que seguir apostando al chiripazo, a la magia, al milagro... o al árbitro, para gozar de uno que otro éxito.
Tenemos los fracasos y tenemos los éxitos. ¿No somos capaces de aprender? ¿No podemos hacer con el fútbol lo que hemos estado haciendo con la música, con las computadoras, con la biodiversidad? Porque no es cuestión de patear... si así fuera, ¡sería lindo que la Sinfónica pateara!