Ojalá
Leonardo Garnier

Hoy es un día triste, un día terrible para la humanidad.
Es, además, un día en que a los costarricenses
– pueblo históricamente pacífico y sensato –
nos embarga la vergüenza.
Frente a una guerra que el planeta entero ha rechazado
en forma abrumadora y contundente;
frente a una guerra que el propio Papa Juan Pablo II
ha condenado duramente diciendo: “¡No a la guerra!”,
nuestro Presidente,
el señor Abel Pacheco de la Espriella,
se ha dejado decir sin inmutarse, lo siguiente:
“Si Míster Bush considera que, en defensa de la cultura occidental,
en defensa de la democracia, en defensa de los seres humanos,
de la vida de todos nosotros, es necesario invadir Iraq, pues sí…
creo que yo, en el caso de Míster Bush, estaría haciendo lo mismo.
Confío en que Míster Bush está haciendo lo mejor que puede hacer
en defensa de su país, de una cultura de la cual formamos parte.”
Así lo dijo. Así lo vimos en cámaras. Así lo reporta hoy la prensa.
Por eso, a la tristeza que nos embarga por las muertes
innecesarias, absurdas, injustificables
que provocará esta guerra,
se agrega la vergüenza de estas declaraciones
vergonzosas
de nuestro Presidente.
Es una lástima que, a la hora de las horas, cuando de verdad cuenta,
don Abel no hubiera escuchado o atendido lo que, sobre esta guerra,
dijo – con fuerza y públicamente – el Papa Juan Pablo II
en Audiencia con los Cuerpos Diplomáticos acreditados ante el Vaticano:
“¡NO A LA GUERRA! Ésta nunca es una simple fatalidad. Es siempre
una derrota de la humanidad. El derecho internacional, el diálogo leal,
la solidaridad entre los Estados, el ejercicio tan noble de la diplomacia,
son los medios dignos del hombre y las naciones para solucionar
sus contiendas. Digo eso pensando en los tan numerosos conflictos
que todavía aprisionan a nuestros hermanos, los hombres. En Navidad,
Belén nos ha recordado la crisis no resuelta del Medio Oriente, donde
dos pueblos, el israelí y el palestino, están llamados a vivir uno junto al otro,
igualmente libres y soberanos y recíprocamente respetuosos. Sin repetir
lo que os dije el año pasado en circunstancias parecidas, me conformaré
con añadir hoy, ante el empeoramiento constante de la crisis medio-oriental,
que su solución nunca podrá ser impuesta recurriendo al terrorismo
o a los conflictos armados, pensando que la solución consiste en
victorias militares. Y, ¿qué decir de la amenaza de una guerra
que podría recaer sobre las poblaciones de Irak, tierra de los profetas,
poblaciones ya extenuadas por más de doce años de embargo?
La guerra nunca es un medio como cualquier otro, al que se puede
recurrir para solventar disputas entre naciones. Como recuerda
la Carta de la Organización de las Naciones Unidas y el Derecho
internacional, no puede adoptarse, aunque se trate de asegurar
el bien común, si no es en casos extremos y bajo condiciones
muy estrictas, sin descuidar las consecuencias para la población
civil, durante y después de las operaciones”.
Eso dijo el Papa. Don Abel, por el contrario,
con su cada vez menos cándida candidez, nos dijo:
“Creo que yo, en el caso de Míster Bush, estaría haciendo lo mismo”.
¿En defensa de la cultura occidental?
¿En defensa de la democracia?
¿En defensa de los seres humanos?
¿En defensa de la vida de todos nosotros?
¿En defensa de una cultura de la cual formamos parte?
Eso dijo don Abel. Así justificó la guerra.
¡Qué tristeza!
¡Qué vergüenza!
A diferencia de nuestro Presidente, la gran mayoría de los costarricenses
rechazamos y condenamos esta guerra. Lamentamos profundamente
lo que esto significa para el lento proceso mediante el cual la humanidad
había venido construyendo instrumentos de negociación, de diálogo,
de derechos internacionales. Instrumentos de paz. Instrumentos frágiles
pero vitales. Y nos dolemos – en especial – por las víctimas inocentes,
personas como cada uno de nosotros, reales, con familias y amigos,
con una vida cotidiana, con sueños y esperanzas, con años por delante...
cuyas vidas hoy no forman parte de la contabilidad económica y geopolítica
– contabilidad mezquina – que parece guiar esta nueva guerra imperial.
Son personas que se van a morir. Que se nos van a morir por nada
que valga la pena que nadie se muera. Pero las van a matar.
Hoy es un día para la tristeza.
Es un día para la vergüenza.
Y que nadie me venga con el cuento de que oponerse a esta guerra
es avalar dictadores, avalar terroristas, ser pendejo.
Que dictadores, terroristas y pendejadas han avalado
los mismos que hoy – en el nombre de Dios, por la paz,
por la cultura occidental y por la democracia – inician esta guerra.
Porque han avalado dictadores, como al propio Saddam Hussein,
a quien en tiempos de Bush padre financiaron, equiparon y hasta
– sí, también – dotaron de los agentes necesarios para fabricar el ántrax.
Y porque han avalado, entrenado y contratado terroristas
– el propio Osama bin Laden estuvo en su planilla y sus escuelas –
y han perpetrado y ocultado incontables pendejadas.
Así que, por favor, no nos vengan hoy con esos cuentos
de que “quien no está conmigo está con el terrorismo”.
Hoy es un día para la tristeza.
Es un día para la vergüenza.
Ojalá – es decir, quiera Dios – que tengamos, al menos,
la capacidad de seguirnos indignando.
Hoy es un día para la tristeza.
Es un día para la vergüenza.
Es un día para la protesta.
Ojalá – es decir, quiera Dios – que algunos
(en especial usted, don Abel, a quien tanto quieren los costarricenses)
reflexionen, recapaciten, recuperen el sentido humano,
la sensibilidad, la cordura y la decencia.
Hoy es un día para la tristeza.
Es un día para la vergüenza.
Es un día para la protesta.
Es un día.
Ojalá – es decir, quiera Dios –
que mañana sea otro día,
un día para la esperanza.
Circulado por Internet 20/03/2003