¿Seguirán en sus trece?
Leonardo Garnier

Leonardo Garnier
La República, 9/11/92
Dos cosas me han llamado enormemente la atención al ver la reacción provocada en Costa Rica por el triunfo de Bill Clinton y el Partido Demócrata.
Primero, me sorprendió el miedo que muchos costarricenses le han tenido a este triunfo que se venía perfilando desde hace varios meses. Tienen miedo de que Clinton vaya a cortarnos la ayuda y frene la apertura de los Estados Unidos a los productos de Centroamérica. Hasta nuestro Ministro de Comercio Exterior --en una actitud sorprendente y muy poco prudente para alguien de su investidura--, se hizo eco de estos temores y habló públicamente contra el hoy presidente electo de los Estados Unidos.
¿Qué sentido tiene esta preocupación? Ninguno. Si algo dificulta nuestro acceso al mercado estadounidense es, precisamente, el estancamiento provocado en esa economía por las administraciones republicanas. De nada sirven las declaraciones de Bush a favor del libre comercio si en los hechos cada día había más desempleo y más pobreza en los Estados Unidos. Por el contrario, una política económica centrada en fomentar el crecimiento --como ha propuesto Clinton-- sería el mejor paso para fomentar el comercio. Y en lo que respecta a la reducción de la ayuda externa, esa reducción empezó varios años atrás, y se habría dado con o sin cambio en la Casa Blanca. Además, esa reducción de la ayuda norteamericana nos favorece en un doble sentido: nos exige y nos permite madurar y entender que nuestros problemas los tenemos que resolver nosotros, con nuestro esfuerzo, nuestros recursos y --sobre todo-- con nuestros propios objetivos.
Pero si algo me sorprendió aún más, fue la interpretación que algunos han hecho --a posteriori-- del triunfo de Clinton. ¿Qué nos dicen? Que Clinton ganó porque se movió hacia la derecha, que Clinton es un fervoroso defensor del liberalismo económico, que su programa no se diferenciaba mayor cosa del de Bush. Ahora resulta que quienes más anhelaban el triunfo de Bush, quienes más denigraban el discurso y las posiciones de Clinton, quienes siempre han adversado las políticas demócratas y social-demócratas... hoy se declaran neo-clintonistas. ¿Será ignorancia... o mala fe?
Cualquiera que conozca aunque sea en forma superficial la evolución de la política norteamericana, cualquiera que haya seguido de cerca la campaña electoral, sabe que Bill Clinton ganó, precisamente, por su férrea oposición al dogma neo-liberal, por su denuncia constante del trickle-down economics, de la economía del goteo promovida por los economistas de la Escuela de Chicago, y aceptada al pié de la letra por nuestros neo-liberales.
Bush ofrecía más de lo mismo: seguir debilitando al maltrecho Estado benefactor y seguir favoreciendo a los grupos económicos más poderosos, esperando que --algún día-- de sus ganancias algo gotee hacia los más pobres y los grupos medios, que mientras tanto deben tener paciencia. Clinton ofreció algo distinto. Clinton ofreció una política económica en la que crecimiento y equidad van de la mano desde el principio. Ofreció una política industrial en la que el sector privado y el Estado cooperan y se complementan para promover la reconversión productiva. Y ofreció una política social, una política de salud y educación pública agresivas y basadas en la solidaridad, no en la limosna ni el asistencialismo.
El péndulo vuelve a inclinarse hacia el sentido común. Quedó atrás el Reaganomics. Sólo queda preguntarnos: sin tanta presión externa... ¿seguirán nuestros neo-liberales en sus trece?