Tractores de la cultura
Leonardo Garnier

Leonardo Garnier
La República (Editorial) 10/7/93
Hace veinte años parecía una locura, una quijotada que, ante la incomprensión y la estrecha visión economicista, tuvo que ser defendida entonces con aquella frase lapidaria que, a la larga, resultó profética: “¿Para qué tractores sin violines?”
Hoy, la Orquesta Sinfónica Nacional no sólo es una realidad de la que hemos podido disfrutar los costarricenses de todos los estratos sociales y todas las regiones del país, sino una realidad que se hace sentir también a escala internacional.
Los éxitos obtenidos por nuestra Orquesta Sinfónica en su reciente gira a España así lo atestiguan, como claramente se refleja en los comentarios emitidos por la prensa española: “la música que producían se podía igualar a cualquier orquesta europea de buena calidad”; “hay que escuchar esta sinfonía a muchas orquestas y directores, para poder encontrar una interpretación tan fresca y tan bella como la que ofrecieron los costarricenses”; “comparada con la Sinfónica de Moscú que ofreció esta misma sinfonía hace unos meses, la Nacional de Costa Rica es una gloria”; “el público de la Filarmónica premió con sonorísimos aplausos y bravos la labor de esta estupenda orquesta”; “Pero ¡qué sorpresa! Sin duda la estrella de este festival... y posiblemente de otros”.
Han sido veinte años de esfuerzo, de dedicación y sacrificio, de trabajar diariamente en el perfeccionamiento de los más pequeños detalles, pero siempre con la visión y la convicción de que no se trabajaba para el éxito momentáneo, sino para la posteridad. Sólo así se logran los verdaderos triunfos, los que perduran, los que se incorporan a la cultura y al espíritu nacional. Y eso es lo que han logrado todos los que, desde distintas posiciones y de distintas formas, han contribuido a la consolidación de esta orquesta, y de nuestra cultura musical.
Hoy, cuando todos hablamos de la importancia de la apertura de nuestro país, de la necesidad de incorporarnos a los mercados internacionales, el ejemplo de la Sinfónica debe servirnos de modelo: apertura no significa simplemente dejarse llevar, no significa simplemente acceso a los bienes y servicios que se producen en el exterior. Apertura --o más bien integración-- significa desarrollar nuestra capacidad para apropiarnos de lo mejor de la cultura universal, de lo mejor de la ciencia y de la técnica mundiales, para utilizarlo con excelencia y creatividad, aportando también nuestra riqueza a ese desarrollo global.
Por eso el ejemplo de la Sinfónica es importante. No sólo por lo que significa en sí mismo, sino por lo que nos enseña: nos enseña de lo que podemos ser capaces cuando hacemos las cosas bien, cuando combinamos con audacia el enorme potencial de nuestros recursos y nuestra gente, con el aporte invaluable del exterior, el aporte de los maestros que --como Hoffman, Brown y tantos otros-- han venido desde siempre a enriquecer nuestra cultura. Es ese el tipo de esfuerzo que debemos reproducir en todos los campos: en otras áreas de nuestra cultura, en el deporte, en la educación y la academia; es --en especial-- el tipo de esfuerzo que debemos realizar en la transformación de nuestra economía... porque también los violines necesitan el apoyo del tractor.