Leonardo Garnier

Cuando el doctor le dijo que sólo. Pensó que no, que probablemente. Pero bueno, tampoco era como de tomarlo a la ligera, así que tal vez. Por la noche se lo comentó a su mujer, con cuidado y sin. Ella, mujer al fin, práctica hasta el punto de no perder la sensibilidad, lo abrazó y le dijo que juntos. Por la maña, angustiados, fueron al. La escogieron del tamaño más adecuado y de un precio. Aún así, buena parte de sus ahorros se iba a ir en. Sus ojos se cruzaron un momento, dudaron antes de firmar la factura, pero no. Pagaron, y quedaron en que en cuanto estuviera lista. El regreso a casa fue silencioso hasta que, en la esquina. ¿Cómo podría pretender el doctor? Y sin embargo, no había opción, tenían que. Porque sin una moto no podría. Y necesitaba ese empleo de repartidor de medicinas que el doctor. Y caminaron de la mano hasta.