Aumento histórico de la inversión educativa
Leonardo Garnier

Leonardo Garnier, Ministro de Educación y Jenny Phillips, Ministra de Hacienda
“Si la educación pública es una prioridad, demuéstrenlo con hechos, no con promesas”. Con estas palabras, don Alexander Ovares, Presidente de la ANDE, reacciona ante las noticias de que se estaría recortando el presupuesto educativo en treinta mil millones. Por la seriedad de don Alexander y el respeto que tenemos por él y por la Asociación Nacional de Educadores, queremos no solo aclarar el malentendido, sino enfatizar el trabajo conjunto del Ministerio de Educación Pública y el Ministerio de Hacienda, que a lo largo de esta administración ha permitido uno de los mayores crecimientos del presupuesto educativo de nuestra historia.
En efecto, el presupuesto educativo con que recibimos el gobierno para el año 2006 fue de 572 mil millones de colones, lo que apenas representaba un 5% del PIB y estaba lejos de alcanzar el 6% exigido por la Constitución. En ese momento, era totalmente válido el llamado de atención que hoy nos hace don Alexander cuando afirma: “El gobierno de turno y los que le antecedieron no han hecho nada por garantizar que el 6% del PIB se destine a la educación, tal como lo exige la Constitución”.
Sin embargo, mediante un esfuerzo conjunto y coordinado, hemos logrado un aumento dramático de lo que se llama gasto en educación y que más correctamente debiera entenderse como inversión educativa. El presupuesto presentado a la Asamblea Legislativa para el año 2010 es dramáticamente más alto que el de hace cuatro años: frente a los 572 mil millones del 2006, en el 2010 el sector educación recibirá 1.329 mil millones de colones. Si descontamos la inflación para ver cuál ha sido el crecimiento real del presupuesto educativo durante esta administración, la respuesta debe asombrarnos y enorgullecernos a todos: el presupuesto educativo en estos cuatro años ha tenido un crecimiento real de un 64%. Así, hemos elevado el presupuesto educativo en casi dos terceras partes por encima de la inflación.
Por eso, cuando don Alexander nos dice que “si la educación pública es una prioridad, demuéstrenlo con hechos” no podemos más que concordar: eso es precisamente lo que hemos logrado: invertir más, mucho más en educación, lo cual – por supuesto – se refleja en la proporción del PIB y del gasto público que este gobierno ha asignado a la educación.
Mientras que los 572 mil millones que recibía el sector educación en el 2006 apenas representaban un 5% del PIB, los 1.329 mil millones que recibirá en el 2010 representarán un 7.2% del PIB, y si bien es cierto que no logramos llegar al 8% al que aspiramos – lo cual sin duda requerirá una reforma fiscal, pues los costarricenses debemos entender que sin más recursos no es posible tener más y mejor educación, más y mejor salud, más y mejor infraestructura – lo cierto es que aumentamos la inversión educativa de un 5% a un 7.2% del PIB: ¡más de dos puntos! Es decir... de haber estado la inversión educativa en un 6% en el 2006 – como debió estarlo – hoy estaríamos ya por encima del 8%.
Este aumento del presupuesto educativo refleja un claro sentido de prioridad del Gobierno del Presidente Oscar Arias: mientras que en el 2006 se destinaba apenas un 19.4% del Presupuesto del Gobierno Central a la Educación, en el 2009 y el 2010 el Gobierno ha dedicado más de un 27% de sus recursos a la Educación.
Son estos hechos, precisamente, los que han permitido aumentar en alrededor de un 50% las remuneraciones del personal docente de este país, algo que no solo es de justicia, sino que constituye una de las más importantes políticas de largo plazo para elevar la calidad de la educación: solo si atraemos a las y los mejores estudiantes a las Facultades de Educación garantizaremos esa calidad creciente. Lo mismo es cierto del presupuesto de infraestructura, del presupuesto de programas de equidad (becas, comedores, transporte) y del presupuesto destinado a la capacitación y el desarrollo profesional de los funcionarios del MEP. En nuestro caso, los hechos han acompañado, sonoros, a nuestras palabras.