¡Nada termina en sexto grado!
Leonardo Garnier
Leonardo Garnier: Ministro de Educación Pública
Uno de los grandes logros de la Costa Rica del Siglo XIX fue plantearse la meta de universalizar la educación primaria. Pasaron muchas décadas desde el momento en que se definió que la educación primaria era gratuita y obligatoria hasta el momento en que realmente lo fue para la gran mayoría de las niñas y niños costarricenses. Esto hizo una diferencia crucial en nuestra historia, pero esos son ya tiempos idos. Hoy, para que alguien tenga posibilidades de vivir su vida plenamente, con una clara identidad de sí mismo, con los conocimientos necesarios para saber producir, saber vivir y saber convivir, necesita mucho más que una educación primaria: hoy, necesita, al menos, una educación secundaria completa.
Veamos unos pocos datos. En nuestra Costa Rica de hoy, la fuerza de trabajo joven que no pasó del sexto grado no tiene casi ninguna posibilidad de conseguir un buen trabajo: casi un 90% de ellos se encuentran ocupados en los trabajos de menor calificación, de menor productividad, de menor ingreso… y de menor esperanza. Su poca educación es el ancla que los amarra y los ahoga en una vida angustiante y con un pobre futuro.
Por el contrario, aquellas muchachas y muchachos que hoy tienen más de once años de educación: secundaria y algún oficio, secundaria y dominio de idiomas, secundaria y manejo de las computadoras, secundaria y estudios profesionales, en fin, que tienen algo más que secundaria, esas sí logran aprovechar las oportunidades de un mejor trabajo y una vida más holgada, con más oportunidades: un 66% de estos jóvenes, dos terceras partes, se encuentran hoy ocupados en los empleos de mayor calificación, trabajos técnicos, sofisticados y bien pagados, tienen una vida más plena y más libre y un futuro esperanzador. Apenas un 13% de quienes tienen más que secundaria corren el riesgo de terminar en un mal trabajo, comparado con casi un 90% de quienes se quedan con primaria o menos, que se ven prácticamente condenados a la pobreza.
Esto debiera ser tan obvio que no debiera hacer falta ni decirlo, pero hay que decirlo: hoy, en Costa Rica, la secundaria es apenas un piso. Sin embargo, la mayor tragedia que vivimos es que, hoy, en Costa Rica, mantenemos debajo de ese piso a dos terceras partes de nuestras y nuestros jóvenes, que no llegan a terminar su secundaria: ¡apenas uno de cada tres la termina!
Así, un sistema educativo que debiera ser motor de crecimiento y canal de integración social, está haciendo precisamente lo contrario: al no dotar a nuestra juventud de las competencias y conocimientos necesarios para que pueda participar en los trabajos más productivos, el sistema educativo está frenando el crecimiento nacional. Pero al negarles estas oportunidades a los jóvenes, está profundizando la desigualdad social que nos carcome y nos angustia. Estancamiento y desigualdad en vez de igualdad y crecimiento. No podemos sentirnos bien mientras esto siga así.
Sin embargo, todavía hay padres y madres de familia en Costa Rica que piensan que darles una educación a sus hijas e hijos es darles el sexto grado. Que a partir de ahí es responsabilidad de los chiquillos si quieren o no seguir estudiando. Se equivocan, y se equivocan en grande. Con lo que hoy sabemos podemos decir con toda certeza que, en la Costa Rica de hoy, en el mundo de hoy, para lo único que sirve el sexto grado… ¡es para pasar a sétimo! No sirve para nada más: es un simple paso hacia más y mejor educación, hacia esa educación que puede hacer toda la diferencia entre una vida plena y el acceso a un buen trabajo y un ingreso creciente… y una vida atrapada en la angustia de un ingreso que nunca alcanza, de un trabajo inseguro, poco productivo y mal pagado, con pocas opciones de desarrollo personal.
Por eso, en estos días de diciembre en que se acercan las fechas de matrícula, asegurémonos todos – madres y padres de familia, estudiantes, maestros y profesores, formadores de opinión, líderes religiosos, parientes, amigos… en fin ¡todos! – de que ningún muchacho y ninguna muchacha que esté terminando el sexto grado se quede sin matricularse en sétimo. Tienen que dar ese paso: a cada estudiante que se encuentre en esa disyuntiva, no le permitamos dudar, pues su futuro depende de eso. Tenemos que insistirle hasta convencerle: ¡enganchate al Cole…!