Vivir la Independencia,promover la convivencia
Leonardo Garnier

Leonardo Garnier, Ministro deEducación Pública, Costa Rica
La independencia,uno de los valores más importantes de la vida nacional, se celebra en un díadeterminado – cada quince de setiembre – recordando eventos ocurridos enGuatemala otro quince desetiembre, allá por 1821.
Pero laIndependencia, como todos los eventos históricos, no fue algo que ocurriera dela noche a la mañana, sino fruto de un largo proceso en el que se fueronacumulando las condiciones para que quisiéramos y pudiéramos serindependientes; las condiciones para que un pueblo fuera forjando su identidadde nación y consolidara sus sueños, los sueños comunes de sus habitantes.
En el caso deCosta Rica, varias décadas fueron testigo del surgimiento de ese espíritunacional, de esa creciente sensación y convicción de una nacionalidad propia ydistinta que, por eso mismo, anhelaba una vida independiente.
Nuestraindependencia y nuestra identidad como nación independiente fueron surgiendo enmedio de las trabas al comercio, bien reflejadas por la prohibición de lasiembra y factoría de tabaco; en medio de la influencia de las Cortes de Cádiz,alimentadas a su vez por los ideales de libertad y soberanía que entoncesrecorrían Europa, y que inspiraban en América las ansias de independencia; y enmedio, por supuesto, de los crecientes movimientos independentistas que, pormotivos similares, se vivían a lo largo y ancho del continente.
Nuestraindependencia ser formalizó en las semanas que llevaron desde la declaración dela independencia adoptada en la Capitanía General de Guatemala el 15 desetiembre de 1821, hasta la firma del acta de independencia de Costa Rica, enCartago, el 29 de octubre de ese mismo año.
Pero era unaindependencia apenas en ciernes, al punto que esa misma acta – como temiendoaún la verdadera independencia – establecía que la ruptura de los vínculos conEspaña se complementaba con la observancia de la constitución y las leyes quepromulgara el Imperio Mexicano. En fin, eran los tiempos en los quenicaragüenses y costarricenses optábamos por esperar “a que se aclararan losnublados del día” antes de asumir plenamente los sueños y los peligros de unavida plenamente independiente.
Vendrían luego lospasos decisivos que fueron decantando ese proceso de gestación y construcciónde nuestra vida independiente. En 1838, durante el gobierno de BraulioCarrillo, y mediante una Asamblea Constituyente, Costa Rica asume plenamente susoberanía, separándose de cualquier otro esquema imperial o federal. En 1848,don José María Castro Madriz declara a Costa Rica como una nación soberana e independiente y la nombra,oficialmente, como República de Costa Rica. Pero la prueba de fuego de nuestraindependencia, el verdadero bautizo de la nacionalidad costarricense, se viveen 1856 y 1857 cuando, bajo el liderazgo de Juan Rafael Mora Porras, Costa Ricase enfrenta a los filibusteros de William Walker en una gesta que selladefinitivamente nuestra independencia, una gesta que marca definitivamentenuestra identidad. Casi medio siglo tomó nuestra independencia para consolidarsecomo tal.
Vivir laindependencia, sin embargo, va más allá de esa etapa inicial en la que nacemosal mundo como nación independiente. Vivir la independencia significa ejercernuestra carta de ciudadanía en el mundo. Implica por un lado, vivir lasoberanía hacia fuera: respetar y ser respetados en el concierto de lasnaciones; pero implica también vivir la democracia – el mutuo respeto político– hacia dentro, de manera que nuestros ciudadanos puedan ser libres eindependientes – no siervos menguados – al tiempo que nuestra patria es tambiénlibre e independiente en el concierto de las naciones.
La independencia yla libertad se van consolidando en las naciones y en el mundo, conforme se vanentretejiendo con una comprensión cada vez más integral de eso que llamamosderechos y que, bien entendidos, constituyen el marco de responsabilidadcolectiva, el marco de derechos y deberes en el que la convivencia social esposible en su sentido más pleno: el del respeto al otro, un respetonecesariamente recíproco si ha de ser base de la convivencia.
Esto no ocurre enforma lineal ni ocurre inevitablemente: siempre hay trágicos retrocesos que unay otra vez nos recuerdan lo frágil que es la libertad, lo tenue que es la líneaque separa la autoridad del autoritarismo, los grises en los que se confunde elsano patriotismo con la burda manipulación del sentimiento nacional para lograresos pasajeros apoyos masivos que son tan lejanos a la libertad democrática.
Por eso hemosdicho que, para vivir la independencia, es indispensable promover laconvivencia: porque no se trata simplemente de una independencia autárquica quesurge de mi escasa o nula relación con los demás, no se trata de laindependencia del ermitaño, que más que independencia es soledad, sino de laindependencia de cara al otro, de la independencia entre iguales que trabajanjuntos en la construcción – y la supervivencia – de esta frágil comunidadplanetaria. Frágil en lo social y económico, pues sigue sin lograr que susrecursos atiendan primero las necesidades primarias de todos, antes que lasnecesidades secundarias o los privilegios de algunos; frágil en lo político,pues sigue marcada por la búsqueda de poderes absolutos, por violaciones a lalibertad y los derechos colectivos e individuales y por el menosprecio de laslibertades; y frágil también en el más básico de los sentidos: el de un ecosistemaal que recargamos con demandas que superan sus capacidades y, probablemente,también nuestras necesidades.
Pero si no setrata de una independencia autárquica, no se trata tampoco de una independenciaque podríamos llamar de exportación: una independencia que proclame libertadhacia fuera, equidad hacia fuera, respeto hacia fuera, pero que sea incapaz degenerar libertad, equidad y respeto hacia dentro. Por eso la convivenciademocrática es el sustento sine qua nonde una independencia plena. Por eso la independencia no puede verse como algoque se adquiere en un momento específico – un quince de setiembre, por ejemplo– sino algo que se construye en un trayecto, usualmente difícil y angustiante,muchas veces doloroso, y que luego exige ser cultivado permanentemente: hay quevivir constantemente la independencia, hay que promover cotidianamente laconvivencia.
Pues bien, estoque es cierto para las naciones, no deja de tener un significativo paralelismoen las vidas de nuestros jóvenes. ¿Qué otra cosa es la juventud, sino laconstrucción de nuestra propia independencia personal?
Si a lo largo desu historia, las sociedades nacionales construyen su identidad y suindependencia, algo muy similar ocurre con cada uno de nosotros que,especialmente en nuestra juventud, debemos construir nuestra identidad, debemosaprender a ejercer responsablemente nuestra libertad, nuestra autonomía comopersonas, nuestra independencia, pero siempre de cara a ese hecho inescapablede la vida humana: vivimos juntos. Por eso nuestra libertad es siempre unalibertad condicional: una libertad que solo encuentra su pleno sentido – y sulímite – en la libertad de todos. Por eso nuestros derechos son simplementeotro nombre para nuestras responsabilidades, que no son más que el compromisode luchar porque todos tengan – efectivamente – esos mismos derechos a los quecada uno de nosotros aspira.
Nada de esto vieneinscrito en nuestro código genético. Igual que la lectura, igual que lamatemática, igual que la música, la danza y la literatura, la libertadresponsable es una construcción humana que debe aprenderse, que debe vivirse y practicarsehasta convertirse en algo intuitivo para nosotros, algo que nos resulte casinatural.
El aprendizaje dela vida en sociedad, de la vida democrática, la construcción de la propiaidentidad, de ese “quién soy” tan indisolublemente ligado a “quiénes somos”, es el másimportante de todos los aprendizajes. El desarrollo de una ética personal ycolectiva que nos de los criterios con los que decidimos qué es correcto y quéno lo es, qué es responsable y qué no lo es, qué es bueno y qué no lo es, debeformar parte indispensable de esa construcción de identidad mediante la cualnos vamos construyendo a lo largo de la niñez y la juventud.
El papel de laeducación es vital en esto y cada docente, cada director o directora de escuelay de colegio debe entender la magnitud y la seriedad de la tarea que lasociedad le ha encomendado. Queremos que nuestros niños, niñas y jóvenescrezcan y se desarrollen como personas de bien, libres e independientes, sí,pero también seres humanos nobles, justos, afectuosos, alegres y solidarios.Jóvenes que no tengan miedo, jóvenes que no recurran al miedo en su relacióncon los demás. Jóvenes seguros de sí mismos que no se vean empujados a utilizarla agresión – el grito, la ofensa, el golpe – como forma de tratar a los demás,como forma de afirmar su identidad. Jóvenes cuya identidad descanse en eldisfrute de la convivencia, en la capacidad de enriquecerse de la diversidadhumana, y no en la necesidad de hacer sentir su dominio, su fuerza… susinrazón.
La escuela tieneun papel que jugar en esto, pero cuidado: la escuela no puede sola. La familia,la familia pequeña y la familia extensa, son fundamentales – indispensables –en esta tarea de ayudar a nuestros niños y jóvenes a construirse a sí mismos, adescubrirse en ellos mismos y en los demás. La familia es siempre el núcleoprimario de socialización, es donde primero aprendemos a vivir juntos.
Lamentablemente,muchas veces ocurre que, en sus casas, lo que estos jóvenes reciben está muylejos de lo que entenderíamos como una lección en convivencia: al contrario,muchos de nuestros niños y jóvenes aprenden en sus propias casas que lo normalno es el abrazo sino el manazo, que las cosas no se piden por favor sino agritos, que las diferencias no se resuelven razonando con respeto y con afecto,sino imponiéndose a la fuerza,cuando no con insultos y golpes.
Esto debe cambiar.Cuando el miedo habita en casa, es muy difícil pedirle a la escuela unaeducación que forme el carácter a partir del respeto y el afecto; una educaciónque enseñe a ser responsables porque eso es lo correcto… y no por temor a lasrepresalias. El afecto, el respeto, la comprensión de que cada derechoinvolucra una responsabilidad, son aprendizajes que tienen que surgir desde lomás íntimo, deben vivirse desde lo más temprano y con las personas máscercanas. Es una tarea fundamental de la familia y todos – incluidos los mediosde comunicación social – debiéramos contribuir en ello.
Mis últimaspalabras son para nuestros estudiantes: jóvenes, constrúyanse a sí mismos.Ojalá con el apoyo de sus familias, pero si no, también. Ojalá con el apoyo desus maestros, pero si no también: constrúyanse a sí mismos. Forjen su autonomía, su independencia,su libertad, entendiéndolas siempre como una autonomía relativa, como unaindependencia en la convivencia, como una libertad condicional a la libertad delos demás, una libertad al servicio de la justicia, de la solidaridad, delrespeto y el afecto por los demás. Disfruten y vivan intensamente estos años deestudiante, aprovéchenlos para aprender a vivir plenamente esa inseparablepareja: la libertad… y la responsabilidad de ejercer la libertad. Así como elpaís supo forjar su independencia a lo largo de una larga adolescencia, sepan hoyustedes vivir y forjarse como personas de bien, como personas cuyatrascendencia dependerá de lo que sus vidas signifiquen para ustedes mismos ypara la vida de los demás; de lo que sus vidas signifiquen para la vida de susfamilias, para su comunidad, para nuestro país y para este frágil planeta quenos alberga. No es una responsabilidad pequeña, pero es el más hermoso de losretos. Sepamos ser libres.
Muchas gracias