Curiosa malpraxis
Leonardo Garnier

Sub/versiones – LA NACIÓN: Jueves 3 de abril, 2003
El Fondo Monetario Internacional acaba de publicar un exhaustivo estudio sobre los efectos de la globalización financiera, donde descubre que “no hay pruebas” de que ser parte de ese proceso haya beneficiado el crecimiento de los países en vías de desarrollo, mientras que “sí hay evidencia” de que algunos países más bien habrían padecido “una mayor volatilidad en el consumo”. Según el estudio, la integración financiera no parece ser una condición suficiente para el crecimiento, ni tampoco necesaria y, en ciertas condiciones, habría sido más bien un obstáculo. Con notable capacidad para redescubrir la tibieza del agua, el estudio afirma que la clave para que un país pueda aumentar los beneficios y minimizar los riesgos de la globalización financiera está en “la calidad de las instituciones domésticas” y sugiere que los países harían bien en experimentar con otros ritmos y otras formas de integración financiera.
El problema es que, durante los últimos veinte años, muchos de nuestros países se vieron empujados, precisamente, a debilitar la calidad de sus instituciones públicas. En palabras del Banco Mundial: “el péndulo había oscilado desde el modelo de desarrollo dominado por el estado de los sesentas y setentas hacia el estado minimalista de los ochentas. Como usualmente pasa con estos cambios radicales de perspectiva, los países – dice el Banco – tendieron a veces a pasarse de la raya. Los esfuerzos para rebalancear el gasto y el endeudamiento público fueron descoordinados, y se cortó tanto lo bueno como lo malo. Para cumplir con sus obligaciones financieras, los gobiernos más endeudados estrujaron programas de importancia crítica en educación, salud e infraestructura, todavía con más frecuencia – o más – de lo que cortaron programas de baja prioridad, planillas de servicio civil sobrecargadas y empresas deficitarias. El resultado fue el descuido de las funciones vitales del Estado, amenazando el bienestar social y erosionando las bases para el propio desarrollo de los mercados”.
Lo sorprendente no es que esta crítica a los ‘recortes neoliberales’ sea tan acertada, sino que venga del propio Banco Mundial, una de las instituciones que – junto con el Fondo Monetario – más presión ejercieron para que los países “se pasaran de la raya”. Pero más vale tarde que nunca y, hoy, ambas instituciones parecen reconocer que esas políticas pudieron haber sido la receta equivocada. Ahora bien, si presionaron a los países para que contrajeran una gran cantidad de préstamos, y estos préstamos imponían como condicionalidad un paquete de reformas que hoy estas mismas instituciones califican como recetas inadecuadas… ¿no deberían quedar automáticamente cancelados esos préstamos con los resultados de estos nuevos estudios? Más aún… si el Fondo y el Banco presionaron a los países para que, a cambio de esos préstamos, tuvieran que adoptar políticas que hoy ellos mismos reconocen como erróneas… ¿no podrían estos países, igual que un paciente al que el médico aplica el tratamiento equivocado, demandar a estos organismos por mal praxis? Y si no, al menos debieran preguntarles: ¿cuántas veces tendrán que descubrir el agua tibia, antes de dejarnos usarla?