¡Dar ganas de leer!
Leonardo Garnier

Sub/versiones – LA NACIÓN: Jueves 27 de junio, 2002
“¿Por qué leer?” ¿Y, por qué no? – replico – pero, de inmediato, me surge una respuesta aún más afirmativa: ¡porque me da la gana! Pero, ¿por qué – dirá alguien – me da la gana? No sé… leer es muchas cosas. Leer es entretenido. Leer es difícil. Leer es relajante. Leer es divertido. Es angustiante. Leer es un placer, un sabroso acto de consumo… pero también exige esfuerzo, como un acto disciplinado de trabajo. Leer es misterio, es interpretar, es reconstruir. Leer es escuchar. Es observar. Es, sobre todo, conversar. Leer es sentir. Es vivir. Es… demasiadas cosas pero ¿qué cosas buscamos en la lectura que no encontramos tan fácilmente en otro lado?
Luego de descartar – sin menospreciarlas – las que parecen más obvias o urgentes, me quedo con cosas como identidad, significado, sentido, sentimiento… que, en el fondo, son las cosas más importantes y más angustiantes que buscamos. Y no parece haber mercado capaz de ofrecer tan peculiares mercancías. Se venden sustitutos, claro está: tubitos de identidad, cajas de significado, resmas de sentido y, sobre todo, sobre todo se venden sucedáneos de sentimiento en todas sus formas: enlatados, precocidos, al vapor… Pero, aún cuando los compramos y los gozamos, sabemos que sólo son falsificaciones, algunas tal vez hasta buenas imitaciones, valiosas en sí mismas, pero falsas y sabidas falsas porque la identidad, el sentido, el significado, el sentimiento sólo pueden construirse en nuestra interacción con otros. No hay de otra…
¿Y qué es la lectura, sino una interacción íntima y doble? Al leer, dialogo y discuto no sólo con quien escribe sino también con quien lee – yo mismo – y, así, somos al menos tres en la lectura: toda una multitud que, leyendo, se transforma, pues leer – cuando se sabe leer – es más que pensar: es re-pensar. Es pensar-con-otros, pensar como diálogo, como pregunta constantemente renovada, y no como monólogo ensimismado, como respuesta rígida, sabida, muerta. Leer es identificarnos, sentirnos parte, encontrar el sentido, el significado, sentir… en fin, ser. Pero ¿es siempre así la lectura?
No. Leer depende de qué se lee pero, también, de cómo se lee. Leer no es unilateral: importa tanto el texto como el contexto – y el contexto incluye no sólo mis conocimientos previos, mi inteligencia, mis creencias, mis valores, mis gustos, mis prejuicios, mis estados afectivos… sino mi acción de lector… ¿cómo estoy leyendo? ¿Leo, leo, leo y leo? – como en maratónica – ¿Leo, pienso, leo y pienso? ¿Leo como quien dialoga? ¿Leo como quien sólo escucha lo que quiere escuchar? ¿Leo como quien sólo quiere recibir información? Leer es como un puente que se construye al cruzarlo… y adónde nos lleve dependerá de qué y cómo leamos. Por eso, dice Daniel Pennac que hay que ‘dar de leer’: hay que darle a los jóvenes – y a los no tan jóvenes – ganas de leer. Porque toda buena lectura tiene que empezar por ahí: por las ganas. Luego vendrán otras cosas, conforme cada uno vaya descubriendo en la lectura esa complicidad íntima, seductora. Finalmente, estará leyendo… ¡porque le da la gana!