Democracia: ¿representativa o corporativa?
Leonardo Garnier

Sub/versiones: LA NACION – Jueves 8 de Agosto, 2002
Están bien, sí, pero… está mal, muy mal. A todos los conozco por sus calidades personales y cada uno tiene, sin duda, méritos, pero la Comisión Mixta que se acaba de formar en la Asamblea Legislativa para analizar el plan de emergencia fiscal, está mal. Y estará mal aunque haga bien ese trabajo específico para el que fue creada – el plan fiscal – pues, paradójicamente, le habrá hecho un daño a la democracia costarricense. Y, todo, con la mejor de las intenciones. Suele decirse que los problemas de la democracia representativa se arreglan con una mayor participación ciudadana. Y ¿no es eso – dirá usted – lo que se logra con una comisión mixta, en la que no sólo participan los diputados – tan venidos a menos – sino representantes selectos de la sociedad civil? Por dos razones distintas, pero importantes ambas, pienso que no.
La primera es una razón de técnica parlamentaria que tiene que ver con lo que estos asesores no son. Se supone que el objetivo principal de las comisiones mixtas es el de permitir una mejor discusión y decisión parlamentaria en temas particularmente espinosos y complejos. Para eso, se recurre a la participación sistemática de expertos que operan como asesores externos de los diputados – que son quienes actúan como representantes de la ciudadanía. Las comisiones mixtas cuentan, así, con ciudadanos que participan en ellas no para ampliar el carácter democrático del Congreso, sino para reforzar la profundidad y el rigor del análisis y contribuir con su experticia a que las decisiones de los diputados sean más acertadas. Pero, en este caso, ninguno de los miembros externos de la Comisión Mixta tiene ese perfil: a pesar de sus calidades personales y profesionales, ninguno es experto en el tema en que le tocará asesorar a los diputados. ¿Cuál es, entonces su papel?
Esa es la segunda razón – y la de fondo – para dudar de este mecanismo: si sus miembros externos no son expertos en lo fiscal ¿serán acaso buenos representantes de la sociedad en su conjunto? Tampoco. Ninguno de ellos está ahí en su carácter de ciudadano, ni a nombre y en representación de todos nosotros, sino que están ahí – todos y cada uno – como representantes de determinados grupos o sectores: unos representan a las cooperativas; otros, a los sindicatos; otros más, a los empresarios; otros, a los exportadores; otros, al solidarismo; otros, al ‘foro agropecuario’. Independientemente de sus intenciones y calidades, los miembros externos de la comisión no responden al país, a la sociedad – a usted o a mí, como ciudadanos – sino a los intereses de los sectores y grupos que representan. Son intereses legítimos, pero ninguno de ellos – ni la suma de todos ellos – equivale o sustituye al interés colectivo, al interés nacional.
El país es más que la suma de sus partes y mucho más que la suma de algunas de sus partes. Con este tipo de comisiones no damos pasos hacia una democracia más representativa y con mayor capacidad de discusión colectiva; ni avanzamos hacia una ilusoria democracia participativa… sino hacia una peligrosa democracia corporativa. Ojalá la solución del problema fiscal – que es urgente y necesaria – no nos salga demasiado cara.