Feliz año nuevo... o no
Leonardo Garnier

Leonardo Garnier
Sub/versiones – La Nación: jueves 30 de diciembre, 2004
Aunque nada realmente cambie de la noche del treinta y uno a la mañana del primero, aún así solemos hacernos ilusiones – y tener temores – con respecto al “nuevo año”. Tal vez sea simplemente la costumbre, tal vez la necesidad de imaginarnos que en algo ayude bautizar de nuevo al tiempo cuando, ansiosos, nos preguntamos: ¿qué nos traerá el 2005? Por el lado de la economía – de la economía global, se entiende – las cosas no pintan ni muy mal ni muy bien. No estamos al borde de una crisis, pero tampoco frente a un buen año. Si las economías de Estados Unidos y China se frenan un poco, como parece que ocurrirá, el mundo va a crecer menos que en el 2004 y eso, sin ser catastrófico, no va a ser bueno. Si es difícil que el petróleo siga subiendo, no es probable que baje mucho. Y a partir de pasado mañana, cuando se acaben oficialmente las cuotas textiles, China entrará a competir plenamente en ese mercado, lo que puede ser fatal para muchos productores de una América Latina que sigue dando palos de ciego en busca de una identidad viable en este brave new world.
En lo político – y también global – tendremos que acostumbrarnos a la proyección en cadena de “Bush II”. Conforme avance su segundo mandato veremos cómo se resuelve el dilema de hombre fuerte con país dividido: ¿será más conciliador, como esperan algunos, o se radicalizará aún más en su cruzada neoconservadora e imperial, como temen muchos? De continuar con la política internacional de ataque preventivo, de hacer la guerra con la excusa de imponer la paz, de invadir y bombardear con la coartada de liberar, aumentará la inseguridad en el mundo. De consolidarse los recortes a los impuestos – que han favorecido a los más ricos – y la mal llamada reforma a la seguridad social, aumentarán la pobreza y la desigualdad en los Estados Unidos. Y si, en medio de esta cruzada, los fanáticos terminan de copar el sistema judicial en ese país; si se profundiza la complicidad – cómoda o temerosa – de los medios y se burla o anula, por patriotismo mal entendido, la rendición de cuentas, entonces, paradójicamente, seguirá restringiéndose la libertad en los propios Estados Unidos y se abonará el terreno para más corrupción.
Y a nosotros ¿qué nos traerá el año nuevo? Sin duda, veremos el inicio temprano de una campaña electoral en la que partidos viejos y emergentes – ¿detergentes? – buscarán por todos los medios el apoyo de la gente, que estará más resfriada, escéptica y apática que nunca. Dos temas pendientes debieran debatirse y definirse en esa campaña – la reforma fiscal y el TLC – pues de que se aprueben o no, de cómo se aprueben o no y de qué medidas los acompañen o no, dependerá qué camino sigamos como país: que logremos enfrentar el futuro como una sociedad incluyente que reparte con justicia los beneficios y costos del desarrollo, o no. Pero ¿sabremos tratar en serio esos temas en plena campaña? Mientras tanto, el gobierno seguirá haciendo tiempo… como si hubiera tiempo; y, nosotros, seguiremos esperando un año nuevo digno de tal nombre, como si eso fuera algo que se espera, que viene… y no algo que se construye, algo por lo que se trabaja, algo que se sueña, se añora, se piensa, se planea, en fin, algo que se hace realidad entre todos… o no.