La caballería de la nueva frontera americana
Leonardo Garnier

Sub/Versiones (ampliadas)
“Las fuerzas armadas Americanas estacionadas en el extranjero son la caballería de la nueva frontera Americana”. No, la frase no es de algún manifestante anti-yanqui, sino del documento “Reconstruyendo las defensas de América” del “Proyecto del Nuevo Siglo Americano” (PNAC) una muy reconocida organización sin fines de lucro cuya meta es “promover el liderazgo global de América” – entiéndase, de los Estados Unidos. En su Declaración de Principios, se preguntan: “¿Tienen los Estados Unidos la voluntad para dar forma a un nuevo siglo que sea favorable a los principios y los intereses de América?” Y responden sin dubitaciones: “La historia de este siglo debería habernos enseñado a abrazar la causa del liderazgo Americano. Nuestra meta es recordar estas lecciones a los Americanos y sacar las conclusiones para el presente”.
Pero ¿cuáles son esas lecciones que nos deja el complejo y tumultuoso siglo XX? ¿Tendrán acaso que ver con desigualdades crecientes en el mundo y en los propios Estados Unidos? ¿Se referirán a la urgencia de ampliar la capacidad productiva de los países más atrasados? ¿Alguna preocupación de equidad distributiva o sostenibilidad ambiental? No, esas son preocupaciones ingenuas de los ‘tontos útiles’ de siempre. Desde la cabeza del águila las cosas parecen más simples: “Necesitamos aumentar significativamente el gasto en defensa – nos dicen – si queremos hacer realidad nuestras responsabilidades globales y modernizar nuestras fuerzas armadas para el futuro. Necesitamos fortalecer nuestros vínculos con aliados democráticos y retar a los regímenes hostiles a nuestros intereses y valores. Necesitamos promover en el extranjero las causas de la libertad política y económica. Y necesitamos hacernos responsables por el rol exclusivo de América para preservar y extender un orden internacional amigable a nuestra seguridad, nuestra prosperidad y nuestros principios.”
Pero… ¿qué es el PNAC?, ¿de dónde sale?, ¿quiénes son sus miembros?, ¿acaso algunos oscuros y guerreristas ultra conservadores de poca monta? El PNAC nace en 1997, desde lo que podríamos llamar el Departamento de Defensa en el exilio: “Vemos este proyecto como la continuación de la estrategia de defensa diseñada por el Departamento de Defensa de Cheney en los días postreros de la Administración Bush [que] proveía un manual para mantener la preeminencia de los Estados Unidos, evitando el surgimiento de cualquier gran potencia rival, y reformando el orden de seguridad internacional de acuerdo con los principios e intereses Americanos”. Hoy, el PNAC no está más en el exilio: entre sus miembros destacan el propio Vicepresidente Dick Cheney; el actual Secretario de Defensa, Donald Rumsfeld; el actual Subsecretario de Defensa, Paul Wolfowitz; Jeb Bush, hermano del presidente y actual Gobernador de la Florida; Dan Quayle, quien fuera Vicepresidente de Bush padre; el tristemente célebre Elliott Abrams; Francis Fukuyama, quien ascendió a la fama intelectual decretando el fin de la historia; y otros por el estilo. De oscuros y poca monta… nada.
La estrategia del PNAC es clara, y la plantean sin ambages ni rubores: “América debería preservar y extender su posición de liderazgo global mediante el mantenimiento de la preeminencia de sus fuerzas militares”. El PNAC identifica las cuatro misiones centrales que deben cumplir las fuerzas militares de los Estados Unidos para garantizar esa preeminencia: “defender el territorio Americano; pelear y ganar decisivamente múltiples guerras simultáneas de gran escala; cumplir con los deberes de ‘alguacil’ asociados con dar forma a un ambiente de seguridad en las regiones críticas; y transformar las fuerzas estadounidenses para explotar la ‘revolución’ en asuntos militares.”
Como buenos estrategas, los miembros del PNAC ven tanto oportunidades como riesgos en la coyuntura actual. Por un lado, consideran que “en ningún momento de la historia el orden de seguridad internacional ha sido tan favorable a los intereses y los ideales Americanos. El reto del siglo venidero – nos dicen – es el de preservar y consolidar esta ‘Paz Americana’.” Sin embargo, lo que los carcome y motiva es la preocupación fundamental de que “a lo largo de esta última década, la incapacidad de establecer una estrategia de seguridad que responda a las nuevas realidades y provea adecuados recursos para el rango completo de misiones necesarias para ejercer el liderazgo global de los Estados Unidos, ha colocado en un riesgo creciente la Paz Americana.” De ahí su énfasis en revertir la tendencia y volver a elevar el peso de los presupuestos militares, al tiempo que revitalizan y revolucionan el propio aparato militar. Y por eso su angustia con la lentitud de estos cambios: “el proceso de transformación [de las fuerzas armadas de los Estados Unidos] aún si conducen a un cambio revolucionario, será probablemente un proceso largo, a menos que ocurra algún evento catastrófico y catalizador – como un nuevo Pearl Harbor.” No, no leyó mal: “a menos que ocurra algún evento catastrófico y catalizador – como un nuevo Pearl Harbor.” Era setiembre del año 2000.
Un año después, recién pasado el trágico atentado en las Torres Gemelas, Robert Kagan y William Kristol – Directores del PNAC – escribían un solemne editorial en el Weekly Standard, titulado “Una guerra a ganar”: “El pueblo americano conoce y respeta el hecho de que el Presidente se haya rodeado de individuos impresionantes e inspiradores de confianza; hombres como Dick Cheney, Colin Powell, Don Rumsfeld, Paul Wolfowitz y Richard Armitage. Bush debiera soltarles la correa y dejarlos ayudar en la importante tarea de inspirar al pueblo americano en los meses y años venideros. La suya se ha convertido en una Presidencia de Guerra; lo que importa es ganar la guerra”.
Y es aquí donde las coordenadas de la economía política se cruzan con las de la política militar, y donde los accidentes coyunturales se engarzan con las estrategias de largo plazo. Por eso no sorprenden, pero sí resultan educativos los argumentos del PNAC: “La presencia de fuerzas Americanas en regiones críticas alrededor del mundo es la expresión visible del status de América como superpotencia y garante de la libertad, la paz y la estabilidad. En la región del Golfo Pérsico, la presencia de las fuerzas Americanas (…) representa el compromiso de largo plazo de los Estados Unidos y sus aliados con una región de vital importancia.” Al leer esto, recordemos que en el Golfo Pérsico no sólo hay petróleo… pero también hay petróleo: Iraq posee la segunda reserva mundial del líquido negro. Pero sigamos leyendo, que falta lo mejor: “Los Estados Unidos ha buscado, por décadas, jugar un papel más permanente en la seguridad de la región del Golfo. Mientras que el conflicto no resuelto con Iraq nos provee con una justificación inmediata, la necesidad de una presencia sustancial de las fuerzas Americanas en el Golfo trascienden la cuestión del régimen de Saddam Hussein.” No, no leyó mal. Y recuerde que, de oscuros y poca monta… nada: hoy, son gobierno.
El sitio web de “Project for a New American Century” está en: www.newamericancentury.org