Mejor déjelo afuera
Leonardo Garnier

Leonardo Garnier Sub/versiones: La Nación, Costa Rica, jueves 11 de agosto del 2005
Pocos proyectos han sufrido el vía crucis del plan fiscal que lleva ya no recuerdo cuánto tiempo – y cuánto manoseo – en el Congreso. Últimamente, los diputados socialcristianos estaban preocupados con el concepto de renta mundial de ese plan. “Sostenían – según la noticia – que esta normativa ahuyenta la inversión del país”. Y entonces, dizque para atraer inversiones, propusieron ¡y el Ejecutivo aceptó! “introducir un cambio en el plan fiscal para que una persona residente en el país pague impuestos sobre las rentas que obtenga en el extranjero solo si las ingresa al país”. Como lo oye: si alguien que vive normalmente en Costa Rica recibe un ingreso en el extranjero, solamente tendría que pagar impuestos ¡si lo trae al país! pero no si lo deja afuera. Una receta ideal, sí, pero no para atraer inversiones sino para promover la fuga – y la no repatriación – de capitales. Mientras tanto, quienes vivan aquí y reciban sus ingresos aquí... ah, esos sí, que paguen sobre el total de sus ingresos. Moraleja: si esta modificación se aprueba, asegúrese de que, de ahora en adelante, quien lo contrate ¡le pague afuera!
Pero esa no es la única modificación que se discute. La Cámara de Comercio salió a toda página clamando porque el impuesto al valor agregado – IVA – que sustituiría al actual impuesto de ventas, se rebaje del 13% al 10%, con lo que se reduciría una de las principales y más seguras fuentes de ingresos del gobierno y se estimularía el consumo... no el ahorro ni la inversión. Los costarricenses no parecemos entender que si algo hemos descuidado en los últimos veinte años es, precisamente, la generación de ahorro y el financiamiento de la inversión pública y que eso, como sin darnos cuenta, nos está encareciendo la vida a todos, empezando por unas tasas de interés que son más altas que cualquier impuesto.
Nos quejamos del estado de las calles y las carreteras; de que las escuelas y colegios – sobre todo rurales – no tienen la infraestructura adecuada ni suficientes plazas para que todos reciban una educación completa y decente; de que el gobierno no tiene con qué pagarle a la Caja lo que le debe por los servicios de medicina preventiva o por el seguro de los indigentes; de que no hay policías cuando y donde uno los necesita... De eso y más nos quejamos (y el Ministro de Hacienda lo dijo muy claro: vienen más recortes ¡y nada de caritas!) pero no nos cae la peseta – ojalá peseta – de que, sin cacao y sin impuestos no habrá nada de eso. Envidiamos los goces de Europa, sí... pero no sus impuestos. ¿Cuándo nos daremos cuenta que los bienes y servicios públicos tienen un costo, y que es precisamente por negarnos a pagar ese costo que, poco a poco, nos vamos quedando sin ellos o pagándolos mucho más caros: educación privada, salud privada, seguridad privada... y hasta calles privadas? Yo sé, pagar impuestos no es bonito – por eso tiene que haber garantías de que se usen bien – pero, ojo: la alternativa es más cara y solo le sirve a los menos.