Nada que ver, pero…
Leonardo Garnier

Sub/Versiones – La Nación: Jueves 14 de Noviembre, 2002
La semana pasada, los cogeneradores privados rompieron las negociaciones promovidas por ARESEP para redefinir los contratos mediante los cuales venden energía al ICE. Esta semana, en Estados Unidos, para evitar ir a juicio por la elevación artificial de los precios durante la crisis energética de California, Williams Companies aceptó pagar más de $400 millones y que se reestructurara el contrato de diez años que había firmado aprovechando esos altos precios. Y aunque nada tiene que ver una cosa con la otra, sí creo que el descalabro californiano es una muestra más de que, en esto de hacer contratos público/privado es mucho lo que tenemos aún por aprender y que, si en algún momento se firmaron malos contratos, las partes deberían proceder a corregirlos de buena fe, para que no ocurra aquí lo que sí ocurrió allá.
En 1996, aduciendo que los viejos esquemas reguladores eran “fragmentarios, pasados de moda, e injustificadamente complejos”, California procedió a desregular el mercado eléctrico. Esto se hizo con el apoyo de las principales empresas involucradas que gastaron $4.3 millones en hacer lobby y $1 millón en contribuciones políticas para ‘estimular’ la desregulación y – supuestamente – beneficiar a los consumidores. Sin embargo, los precios que las empresas generadoras cobraron a las distribuidoras locales se dispararon, y California atravesó sus mayores períodos de apagones en la historia. Primero, se dijo que todo se debía a la combinación de una sequía excesiva con un mal esquema regulador que soltaba los precios a los generadores pero ataba los precios al consumidor. Luego, se supo que si bien hubo sequía y problemas con el esquema regulador, fueron otros los problemas de fondo: mientras los consumidores y distribuidores locales de energía sufrían con la crisis en California, las ganancias de los mayoristas prácticamente se duplicaron.
Los propios documentos internos de estas empresas y las declaraciones de sus ejecutivos han revelado cómo manipularon los mercados para hacer que los precios de la energía subieran de los niveles normales de $30 o $40 a más de $1000 el megawatt/hora. Subsidiarias de una misma empresa se vendían y revendían entre ellas la misma energía, elevando los precios y simulando excesos de demanda. Con algo de humor negro, Enron bautizó como Death Star el programa con que provocaba falsas congestiones en el sistema para luego cobrar hasta $750 por megawatt/hora por resolverlas; y como Ricochet al esquema con el que ‘exportaban’ energía barata de California a otros estados, provocando un faltante artificial que les permitía reimportarla luego a precios astronómicos. Con Enron en juicio y brindando información, no es extraño que Williams Companies prefiera pagar $400 millones y renegociar sus contratos. Se dice que el arreglo les salió barato. Otras grandes empresas – Duke, Mirant y Reliant – siguen en la mira, y no se descartan cargos criminales. Ah… pero había que desregular, había que establecer contratos ‘atractivos’.
Volviendo a casa, cuando los contratos vigentes son tan atractivos… ¿no sería más sensato renegociarlos? Digo, por aquello de no caer luego en la tentación.