Negro Circular
Leonardo Garnier

Sub/versiones LA NACION: Jueves 28 de Marzo, 2002
El negro cantaba tan bien
cuando lo rasgaban.
Sentía la uña adentrarse
en su piel
y escarbar en sus entrañas
hasta encontrar el canto.
Y entonces
él giraba
y cantaba.
De su alma negra salían,
sumisos,
todos los sonidos.
Del surco de su memoria,
mil veces recorrida y carrasposa,
viajaban los acordes, una y otra vez,
fluidos casi siempre,
pero también en trancos saltarines,
entrecortados y trabados,
hasta recibir el empuje
de la mano amiga
de su audiencia del momento.
Cantaba tan bien el negro
cuando lo rasgaban.
Cantaba alegre, a veces:
eufórico y catártico.
O cantaba triste, trágico,
con tono melancólico.
Cantaba con todas las voces,
con todos los sonidos,
este negro polifacétático.
Y bailaba rítmico, en ronda perenne,
negro brillante, negro musical,
negro recuerdo que endulzaba
nuestros dolores
y alimentaba nuestras pasiones.
Negro que nos tejió,
y repitió paciente tantas veces,
las mismas canciones infantiles.
Negro que tarareó con nosotros
las livianas melodías adolescentes
(que tan profundas se nos antojaban).
Negro que cantó la cumbia
y el merengue que bailamos.
Negro que nos envolvió en baladas
y nos consoló en lamentos.
Negro reggae, negro bolero,
negro salsa.
Negro Serrat, negro Sosa,
negro Parra.
Negro swing, negro jazz,
negro tango.
Negro Silvio, negro Janis,
negro Lennon.
Negro rockero, progresista,
subversivo.
Negro circular. Negro amigo,
cantor y poeta recurrente.
Como vino, se fue tu siglo.
Ya no hay casa para tu baile,
no hay brazo para abrazarte,
no hay uñas para rasgarte
en este mundo compacto.
Envuelto en celofanes arrugados,
y cubiertas gastadas de cartón.
Olvidado en cajas viejas
con gavetas atascadas,
o simplemente reclinado
tragando polvo entre otros
de tu raza y de tu temple.
Ya no hay negro que cante.
Pero siempre habrá
memoria en la memoria,
para el negro
cantor del siglo veinte.