Reacciones a “...no se conviertan en economistas”
Leonardo Garnier

Es cierto, tengo un amigo economista que siempre habla de las relaciones con las mujeres en términos de “Costo-Beneficio”.
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Precisamente, los Ticos tendemos a ser mediocres por un constante pero inadecuado cálculo del “costo de oportunidad”. Los Ticos tienden a calcular el costo en todo (porque no somos “majes”) pero hay un desfase en el marco temporal. El cálculo del costo se hace a un cortísimo plazo cuando los mejores beneficios en una vida se “cosechan” a largo plazo. En un cálculo así, siempre el costo de sacrificarse parece mayor al posible beneficio. De ahí nuestra “vagancia” y miopía, no nos gusta “fajarnos” ni asumir riesgos porque no vemos lo que los gringos llaman “the big picture”.
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Con esta sub/versión ha dado usted en el blanco de los sufrimientos de quienes no somos economistas ni de profesión ni de corazón, pero que tenemos que trabajar con ellos y sobre todo, tenemos que aprender cómo piensan para poder entenderlos y explicarles en palabras bonitas y sencillas, pero convincentes, que la vida real no se puede reducir a curvas de oferta y demanda. Usted me ha hecho sentir acompañada en la batalla por HUMANIZAR la Economía, en su teoría y en su práctica, esa batalla que aquí en la trinchera que usted sabe que estamos pero que no menciono por aquello de que vaya a publicar mi reacción, tenemos que pelear todos los días contra costo-marginalistas, fanáticos de la eficiencia por la eficiencia misma y demás economistas que pretendiendo un ceteris paribus que no existe ni puede existir, olvidan que detrás de cada decisión económica, pública o privada, hay personas... con todo lo que eso significa.
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Solo le añadiría al título: sean siempre personas
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¿Por qué no recibí con vos mi primera clase de economía? Pero bueno, con los años he aprendido que la vida no es sólo economía.
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Ciertamente, muchos especialistas se centra tanto en su materia, que terminan por cerrarse en un campo visual tan reducido que lleva por efecto su ceguera. Ceguera frente al entorno de aplicación de su ciencia y también con respecto a la interacción -obligada- con otros espacios del saber. Posados frente al árbol, al que se limitan a examinar de arriba a abajo y de un lado a otro, se pierden, indefectiblemente, la majestuosidad del bosque.
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He trabajado demasiados años de mi vida en grandes empresas, he practicado varias profesiones y he descubierto una máxima muy simple referida a lo económico: Los recursos naturales de la tierra y el producto de la labor humana son como una inmensa manta que tiene capacidad para cobijarnos a todos, pero si cada uno pretende acumular más de lo que necesita y además toma enormes partes de la manta para proteger a sus descendientes y se autojustifica por ello, cada vuelta que da a la manta para crear un habitat propio es un tironeo a la manta general y dejará inexorablemente a muchos con el culo al aire, sin nada para cobijarse.
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Quisiera añadir otro problema de esa visión “economista” del mundo que usted menciona. Es un problema al que nos enfrentamos los biólogos a diario y es incurrido precisamente por esas personas que ud. menciona que no entienden tanto de economía pero se convierten en economistas. Yo más bien llamaría a estas personas “economicistas” para diferenciarlos de los verdaderos “economistas” que usan las herramientas matemáticas de la economía para buscar soluciones a los problemas, no solo para explicarlos. El problema es que todavía no sabemos cómo ponerle precio a muchas cosas que si tienen precio. Los economicistas tienden a poner todo lo que es medio ambiente en la categoría de “no tiene precio”, asumiendo que solo es por la salud mental y la recreación. Y en realidad no es así, el medio ambiente tiene un precio muy racional. Perdida de bosques no solo es un problema para el ecoturismo. Representa pérdida de agua potable o calentamiento global. Calentamiento global representa pérdida de otros recursos naturales y un posible incremento en la frecuencia de costosos desastres naturales. Contaminación de un río por fertilizantes o aguas negras, representa pérdidas en las pesquerías marítimas. Ciudades contaminadas representan lluvia ácida en los cultivos, etc. El otro problema es que, aún cuando pudiéramos cuantificar estos costos ambientales (como las pérdidas de cultivos por lluvia ácida), son costos muy difíciles de incluir en un modelo económico de costo-beneficio ya que no son incurridos por el productor. Normalmente se sienten en un lugar diferente o en un tiempo diferente. Y todos sabemos que el homo economicus no es muy bueno en equidad ni en proyecciones a futuro.
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Ciertamente, el grado de deshumanización producto de la fantasía o espejismo que se crea con la “matematización” de la economía, la desprovee de su carácter de ciencia social, inexacta, no lógica y solamente razonable. Pero esto no pasa solamente en la economía, también pasa en el derecho y otras disciplinas sociales, las cuales, por debilidad de “convicción” de los docentes caen en la trampa de las metodologías sin propiciar la permeabilidad de lo social como objeto de análisis de su quehacer científico. Claro, la palabra “social” tiene alta carga valorativa, y no faltarán los cínicos que quieran neutralizarla levantando voces de “justicia” (desde el punto de vista de economías de mercado) por el costo de oportunidad y dirán: Al fin, de los males, debemos “racionalmente” elegir el menor de todos, desviando de este modo la atención para evitar discutir las políticas importadas por el remedo de una maestría o pasantía en las tierras del norte.
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Los abogados y los economistas siguen teniendo el control de las decisiones de la política pública, con visiones contrapuestas a la vida misma.
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Me gustó mucho este artículo, en un momento en que se requiere despertar y recordar a diario que hay cosas que no tienen precio, que no se pueden medir en términos de dólares, pero que son esenciales para el bienestar.
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“¡El tiempo es oro!” Economizar tiempo. Eso pensé mientras leía este artículo. La idiosincracia costarricense nos hace pensar que siempre habrá más tiempo para nuestros compromisos y decisiones, “hay más tiempo que vida” y “más vale tarde que nunca” o “se le pasea el alma por el cuerpo”. Al parecer por estos barrios, los ticos consideramos que hay una “ganancia” en esperar y posponer las cosas. Muchas veces las cosas se arreglan con el tiempo, otras, en cambio, se enredan y se traban. Tal vez se pueda desarrollar este tema en el sentido de hacernos pensar en el costo de oportunidad de nuestro tiempo y en cómo lo podemos “invertir” o “gastar”. El saco se años que llevamos encima nos hace reflexionar que se acaba el tiempo para hacer muchas cosas que siempre hemos querido hacer, nos hace confiar cada vez más en nuestra experiencia y al mismo tiempo, nos hace ver que muchas cosas quedarán por hacer a las futuras generaciones. ¡Hagámonos economistas del tiempo que cada vez es más escaso!
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Le comento que también cuando doy clases de derecho señalo que la vida es más que normas y procedimientos. Nunca se es un ser humano completo si no hemos visto la sonrisa de un hijo reflejarse en nuestro semblante.
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Diría por mi parte más bien: “¡No se conviertan en ESA CLASE de economistas!”. Afortunadamente, como se señala en el propio artículo, hay otra clase de economía y otra clase de economistas.
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Yo quisiera creer que la misma incertidumbre, el mismo desasosiego que siento al leer esta sub-versión, al igual que la misma satisfacción de una alternativa cuando no siempre encontramos respuestas, es el que sentí recién ahora que me pidieron tener un conversatorio-charla sobre el tema de violencia. Cómo intentar identificar a la violencia, reconocerla, no negarla, si allí está en todos los huecos y espacios de nuestras vidas; afuera, adentro, aquí, allá, y decirle a la gente que ¡cuidado! aprendamos a verla pero no dejemos de afrontarla, identificarla, no decir que total qué se puede hacer. Que hay personas, familias, afectos lealtades, pasiones, ideales, sentimientos solidarios, respeto a la dignidad humana que se contraponen a ese lado perverso de la violencia y que no dejemos que nos venza. Pero tú no dijiste que era fácil no ser ese tipo de economistas, ¿verdad? Cómo cuesta todo eso, ¿no?
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Esta bueno el artículo, pero creo por dicha unos pocos se creen economistas en serio. La normal nos demuestra que más bien, son pocos los verdaderos economistas, y más bien nos encontramos en un entorno lleno de no economistas, es decir que consideran el dinero sumamente elástico con el crédito que facilitan las tarjetas, a pesar de que el interés sobre las mismas sea excesivo. Muchas gente ha perdido el sentido de ser económico y pierde más bien las cuentas y se ahoga haciendo otro tipo de cálculos transformando la deuda de una tarjeta a otra. Claro, para algunos que controlan la supuesta macro-economía, les es muy fácil manejar el dinero pasándolo de un bolsillo a otro del mismo pantalón y dicen que están llevando el control económico del país.
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