¿Rumbo o Milagro?
Leonardo Garnier

Sub/Versiones – La Nación: Jueves 12 de diciembre, 2002
“¡Me piden un milagro!” Exclamó el Presidente Abel Pacheco ante la Resolución de la Sala Constitucional que, dando la razón a la Defensoría de los Habitantes, ordena al Ministerio de Educación “realizar las actuaciones necesarias, incluidas las relacionadas con las modificaciones presupuestarias, a efecto de establecer el ciclo lectivo en doscientos días”. Más que un milagro, esta obligación constitucional es una responsabilidad ética y económica: ninguna inversión tiene una tasa de retorno social tan alta como la educación. Ningún dinero está mejor gastado que el que invertimos en educación.
El gobierno no parece verlo así. Ante la sentencia de la Sala, la Ministra de Educación se quitó el tiro como otras veces: “Esa será materia de Hacienda. Yo no soy la Ministra de Hacienda”. El Ministro de Hacienda, por su parte, contestó que “cada Ministro es el primer responsable de distribuir las partidas presupuestarias”. La bola va de acá para allá. ¿Y el Presidente? El Presidente ya nos dijo hace unas semanas que a él eso de los doscientos días no le parecía tan importante, recordándonos en su tono siempre jocoso que, de por sí, él no había estudiado tantos días y no le había ido tan mal.
Además, don Abel nos amenazó con una especie de chantaje que ahora reitera. Antes del voto de la Sala, dijo estar muy preocupado porque, si le ordenaban seguir con los doscientos días, él lo haría, “pero vamos a dejar sin comer a un montón de chiquitos...” Ahora, con el voto en firme, nos dice, simplemente, que no sabe qué hacer: “Esto me toma por sorpresa. Aquí me están pidiendo milagros. El temor de dejar a muchos niños con hambre lo tengo, estamos buscando cómo solucionar el problema. No es fácil. Es la cuadratura del círculo, y todo esto sin un cinco.”
¿Sin un cinco? No, no es cierto que el gobierno esté sin un cinco. Claro que la situación fiscal es apretada… como lo ha sido para los últimos gobiernos, pero ese es el reto: utilizar esos recursos responsablemente, asignándolos a financiar lo prioritario y recortando lo secundario. Cuando el Presidente y sus Ministros nos dicen que ‘no hay plata’ para los doscientos días… lo que en realidad nos están diciendo es que esa no es su prioridad. Y cuando el Presidente nos dice que lo están obligando a dejar “niños con hambre…” lo que nos está diciendo es que, después del ciclo lectivo, lo menos importante para él es la comida de esos niños, pues esas son las primeras dos cosas que recorta cuando la plata no le alcanza.
Hace apenas siete meses, en su discurso inaugural don Abel nos dijo que recibía el país “institucionalmente en orden; económicamente estable; con paz social; con bases definidas para sustentar nuevas y altas metas de bienestar”. Hizo un llamado especial a los niños y los jóvenes: “si aprovechan el tiempo y se aplican en sus estudios – les dijo – estarán ayudándose a si mismos y ayudando a Costa Rica”, y cerró invitándonos a todos para que “volvamos a soñar en grande, a pensar en grande, a actuar en grande”. Parece que no era tan fácil. Si a don Abel alguien lo hizo creer lo contrario… entonces sí que es cierto que “lo embarcaron”. Lo malo es que todos vamos, con él, en el mismo barco. Ojalá enderece su rumbo... en vez de esperar milagros.