Sharon no es Rabin
Leonardo Garnier

Sub/versiones – LA NACIÓN: 20/12/01
El conflicto árabe-israelí es un tema espinoso, lleno de matices y cargado de pasiones. Las reacciones – públicas y privadas, positivas y negativas – me obligan a puntualizar. Dije que la violencia del gobierno de Sharon contra los palestinos no resuelve el problema, tan sólo exacerba los odios y promueve nuevas oleadas de violencia. Es una violencia que, en lugar de ‘encontrar y acabar’ con los terroristas, calienta y revuelve el caldo de cultivo en que se nutre y reproduce el terrorismo. Y no se trata de ser pusilánime ni pacifista a ultranza. Es claro que hay momentos en la vida de los hombres y los pueblos en los que, aunque no nos guste, no queda más opción que recurrir a la violencia para defender la propia vida, la libertad, la justicia, la dignidad... y hasta para conquistar la paz misma. Pero si para algo tenemos autoridad moral los costarricenses es para decir que la violencia sólo se justifica cuando no queda otro recurso, cuando es usada en legítima defensa y cuando conduce a poner fin a la amenaza de una violencia mayor y continua.
Es contra esa violencia injustificable que advertía mi columna, contra la violencia de quienes viven y se benefician de la violencia pues encuentran en ella no sólo la justificación de su propia existencia sino, incluso, su recompensa. Por eso, siempre buscan enemigos, los incitan, los provocan, los inventan si es necesario. Para los violentos de todo signo nada es mejor que un enemigo violento, y nada es peor que la presencia de un liderazgo razonable en los pueblos en conflicto. Por eso boicotean la paz destruyendo, si es necesario, a los mejores líderes de sus propios pueblos. Por eso murió Anwar Sadat, no ante las balas de comandos israelíes, sino a mano de extremistas egipcios musulmanes que lo consideraban un mal egipcio, un mal musulmán, por estar tratando de construir la paz con Israel. Por eso murió Itzakh Rabin, no ante un atentado de terroristas árabes, sino a manos del propio extremismo israelí, que veía en él a un mal judío, a un mal israelita dispuesto a negociar la paz con los árabes.
Ese era el punto central de mi argumento: por más razones de fondo que podamos aducir en este conflicto (y de las que habrá que conversar en otra sub/versión) gran parte de la violencia de hoy se debe al predominio de los violentos. La violencia predomina por la carencia de un liderazgo fuerte y sabio al interior del mundo árabe, con la capacidad y la voluntad de encontrar una solución adecuada a la trágica situación del pueblo palestino. Arafat no da la talla para frenar la violencia musulmana. Pero la violencia también predomina ante la ausencia de un liderazgo fuerte y sabio del lado de Israel. El peso de los violentos en la propia cabeza del Estado de Israel nos está alejando cada día más de una solución sensata y justa de este conflicto. Sharon no es Rabin... y me cuesta entender cómo quienes tanto admiraron y quisieron a Rabin pueden hoy sentirse tan bien representados por las políticas de un Sharon, que están tan lejos y tan en contra de aquello por lo que luchó y murió Rabin.