"Si nos fuerzan..."
Leonardo Garnier

Sub/Versiones – LA NACION: Jueves 6 de Febrero, 2003
Mientras el mundo observa estupefacto, impotente y acongojado cómo se va cerrando el círculo que nos empuja a una nueva guerra, el volumen de las trompetas se eleva y los tamborileros aprovechan esa nefasta mezcla de miedo y de odio para azuzar a sus huestes. Lo triste no es que lo intenten. Lo triste, lo trágico, es que lo logren: según las encuestas – ese frecuente y engañoso sucedáneo de la democracia – luego del enervante discurso de su presidente, dos terceras partes de los estadounidenses se manifiestan hoy a favor de la guerra contra Irak; y más de la mitad apoyarían el ataque aún con la oposición de las Naciones Unidas, pues piensan que la administración Bush ha presentado suficiente evidencia como para emprender una ‘guerra justa’.
Pero… ¿qué es lo que ha dicho Bush para justificar una guerra que va a provocar cientos de miles de víctimas inocentes, atizando aún más el ciclo de violencia en el mundo? Ha dicho que Saddam Hussein tiene ‘armas de destrucción masiva’ ¿Para qué? – se pregunta Bush, y él mismo responde: “La única explicación posible, el único uso que él podría dar a esas armas, es el de dominar, intimidar o atacar”. Y aquí inserta la imagen terrorífica del once de setiembre para dar un giro clave a su proclama: “Imagínense a aquellos diecinueve terroristas con otras armas y otros planes, pero esta vez armados por Saddam Hussein. Bastaría un paquete, una caja, un cilindro infiltrado en este país para provocar un día de horror como nunca hemos conocido. Haremos todo lo que esté en nuestro poder para asegurar que ese día nunca llegue”. Se trata, pues, de una guerra preventiva en defensa propia: “América – dice Bush – no aceptará una amenaza seria y creciente contra nuestro país y nuestros amigos y aliados”. Es una guerra a la que, según él, los están obligando: “Si nos fuerzan a ir a la guerra, pelearemos con toda la fuerza y el poderío del ejército de los Estados Unidos, y ganaremos”.
¿Cómo evitar esta locura? La respuesta de Bush, reiterada por Colin Powell ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, es tan simple que desarma a cualquiera: “Le corresponde a Irak mostrar exactamente dónde está escondiendo las armas prohibidas, mostrar esas armas para que todo el mundo las vea, y destruirlas como se le ha mandado”. Claro que si Irak no las tuviera… ¿cómo podría mostrarlas? Pero, y si las tuviera… ¿justificaría eso una guerra? Por suerte para Estados Unidos, la mayoría del mundo parece pensar – con razón – que no; pues, si pensaran de otra forma… ¿cuántos países podrían recurrir a ese mismo argumento para justificar sus ataques a Estados Unidos, campeón de las armas de destrucción masiva y poseedor de un no muy honroso récord de intervenciones militares, apoyos a dictaduras, bloqueos y demás desventuras de dudosa legitimidad…? Pero ¡mala suerte para los demás! sí parece ser una justificación suficiente para la ‘nueva’ doctrina Bush, según la cual es legítimo que los Estados Unidos – pero sólo los Estados Unidos – ataque ‘preventivamente’ a cualquier nación que, por tener armas de destrucción masiva combinadas con un régimen poco amistoso, pueden constituir una amenaza potencial para ellos.
Y, claro, está también el petróleo. ¿Será, acaso, tan mundana la justificación de fondo de esta guerra? Así lo cree mucha gente como Jeffrey Sachs, economista prestigioso, profesor de las Universidades de Harvard y Columbia y para nada sospechoso de tendencias radicales, islámicas o estrambóticas, quien cita un revelador documento producido para la administración Bush por el Instituto James Baker III de Políticas Públicas y el Consejo de Relaciones Exteriores: “Desafíos para una política estratégica de energía del siglo XXI”. Dado que Irak cuenta con las segundas mayores reservas petroleras del mundo, el estudio sostiene no sólo que Estados Unidos necesita el petróleo iraquí por razones de seguridad económica sino que, por razones de seguridad militar, no puede permitir que Saddam Hussein desarrolle plenamente esa explotación petrolera. “La implicación – dice Sachs – es clara: Estados Unidos necesita un nuevo régimen en Irak para su seguridad energética”. Es clara… y tremebunda.