¿Tendrá cura este cáncer?
Leonardo Garnier

Leonardo Garnier
Sub/versiones: La Nación, Costa Rica: jueves 16 de marzo, 2006
Cada día, más gente padece de cáncer y, por tanto, más gente necesita tratarse contra el cáncer. Pero también cada día, los tratamientos y medicinas que necesitan son más caros. A veces con razón, porque son tratamientos nuevos y más sofisticados; otras, simplemente porque alguien encontró un ardid para subirles el precio. Por ejemplo, según reporta en el New York Times de este domingo, una receta de Mustargen – una medicina a base de nitrógeno de mostaza para tratar un extraño cáncer de piel – costaba $77 a principios de febrero pero, a fin de mes, sin que cambiara su calidad ni sus costos, había pasado a venderse por $548. ¿Qué pasó?
La empresa que produce esa medicina – Merck – la vendió a Ovation, una empresa que se dedica a comprar medicinas de pocas pero muy necesarias ventas, para venderlas luego a precios exorbitantes. Lo mismo ocurrió con Cosmegen, otra droga contra el cáncer ¿El resultado? De agosto para acá, el precio de esas dos medicinas subió más de diez veces. Sean Nolan, vicepresidente de Ovation, reconoció como “desafortunado que el ajuste de precios tuviera que ocurrir”; y lo justificó por la supuesta necesidad de financiar la capacidad productiva e investigativa de Ovation. Lo curioso es que esas medicinas siguen siendo fabricadas por Merck y vendidas a Ovation, cuyo único mérito fue el de subirles el precio, al igual que lo hizo en el 2003, cuando compró a Laboratorios Abbot la Panhematina – un tratamiento para la porfiria – elevando su precio de $230 a $1900.
El encarecimiento de las medicinas suele justificarse por los gastos crecientes que demanda la investigación, desarrollo, prueba y producción de los fármacos. Por supuesto, algo hay de eso pero... ¿será todo? En su libro “Un llamado a la acción”, Henry McKinnell, chairman del gigante farmacéutico Pfizer, reconoce que son muchos los factores que entran en juego para determinar el precio de las medicinas: “esos factores consideran el costo de los negocios, la competencia, el estatus de las patentes, el volumen anticipado y, lo más importante – enfatiza él mismo – nuestra estimación del ingreso que generarán las ventas de cada producto”. Esa estimación depende, sobre todo, de qué tan exclusivas e insustituibles sean... o parezcan ser esas drogas. Fue así como Abbot subió de $54 a $265 el precio de Norvir, una medicina contra el SIDA introducida desde 1996; o como Genentech elevó el precio de Tarceva, otra droga contra el cáncer, “porque era un agente más poderoso y más activo de lo que habíamos creído cuando lo lanzamos”. Así opera la estrategia de diferenciar, aunque sea ficticiamente, los productos farmacéuticos, para sostener muy por encima de sus costos los precios de medicinas que, ante el riesgo y temor del paciente, no parecen tener buenos sustitutos. A confesión de parte... ¿tendrá cura el cáncer de esta industria?