Un informe notable que nos emplaza a todos
Leonardo Garnier

Leonardo Garnier Sub/versiones: La Nación, Costa Rica, jueves 29 de setiembre del 2005
El riesgo era grande, pero lo evadieron en forma notable. No cayeron en la trampa de prestar sus nombres a un juego de falacia de autoridad donde su prestigio, bien ganado en diversos campos, hubiera servido como excusa para que los demás – ciudadanos, diputados o gobierno – nos sintiéramos eximidos de nuestra responsabilidad de opinar y actuar con criterio propio frente al TLC. Pero no, en lugar de jugar al experto o sustituir a quienes corresponde asumir la responsabilidad de aprobar o no el TLC, los integrantes de la Comisión de Notables nombrada por el Presidente Pacheco hicieron la tarea del ciudadano responsable: estudiar el tratado, discutirlo con todo tipo de expertos, expurgarlo de fantasmas, descartar tanto los elogios gratuitos como las críticas absurdas, para entregarnos, al final, un balance que, básicamente, nos obliga a pensar y, sobre todo, nos obliga a tomar decisiones. En palabras de Gabriel Macaya, lo que hicieron fue “dar elementos para la toma de decisiones y quien tenga que tomar las decisiones sepa con base a qué está tomando esas decisiones”. ¡Y lo hicieron bien!
No podría resumir en una breve columna los argumentos del Informe de la Comisión de Notables pero, además, no valdría la pena: creo que el informe debe ser leído por toda persona que tenga interés en el tema, por toda y todo ciudadano que quiera opinar sobre el asunto. Lo que sí me gustaría hacer aquí es destacar un par de argumentos del informe que son, a mi juicio, vitales para el proceso que sigue.
En primer lugar, y separándose del maniqueísmo que tanto ha prevalecido últimamente, el Informe de los Notables evidencia que el TLC no es trágico... ni perfecto. Tiene aspectos positivos que podrían ayudar al país a consolidar su capacidad exportadora; a fortalecer la atracción de inversiones; a promover la competencia y elevar la productividad de las empresas en diversos campos y a generar nuevos y mejores empleos; y, por supuesto, podría contribuir a ampliar y mejorar las opciones que tenemos como consumidores. Pero el tratado tiene también aspectos negativos, sobre todo en temas como los de propiedad intelectual donde, siendo más usuarios que generadores de patentes, seguimos cediendo a esa lógica absurda que favorece a los dueños de las patentes, como bien apunta el informe al recordarnos que mientras el número de patentes entregadas en Costa Rica en los últimos tres años fue de 4, 3 y 2, en Estados Unidos se otorgaron casi ochenta y cinco mil patentes solo el año pasado. Otro de los problemas que analizan es el de otorgar a las empresas estadounidenses la potestad de recurrir a arbitrajes internacionales antes de agotar la jurisdicción nacional – lo cual podría rozar, incluso, con la Constitución. También se critica en el informe la poca claridad del capítulo sobre telecomunicaciones, donde se corre el riesgo de que la solidaridad y universalidad que se pregonan queden en mera retórica.
En segundo lugar – y, a mi gusto, esto es lo más importante de su informe – los Notables reconocen que tanto para que de verdad se concreten las ventajas del TLC, como para evitar o minimizar muchos de sus peligros, es indispensable que el país tome, en forma simultánea, una serie de decisiones de gran envergadura que hace rato debiéramos haber tomado, pero que seguimos y seguimos postergando. ¿Por qué? Tal vez porque el impacto de esas decisiones sería más importante para unos que para otros, o porque algunos piensan que se beneficiarán del TLC con o sin esas medidas... o que, a la larga, esas medidas se irán tomando de todas formas conforme pase el tiempo. El informe de los Notables es tajante al respecto, pues sentencia que “si hay un aumento de las exportaciones a raíz del tratado, manteniéndose las condiciones actuales, el principal sector beneficiado sería el de unas pocas compañías exportadoras.”
Es por eso que insisten en que sin una verdadera agenda de desarrollo – que consiste en algo más que unos cuantos gestos simbólicos como los anunciados esta semana por el gobierno, préstamos del BID incluidos – no valdría la pena aprobar el TLC ya que “los beneficios no dependen del Tratado mismo, sino de los cambios ligados a las agendas de acompañamiento. Es evidente entonces – nos advierten, severos – que sí podrían derivarse consecuencias negativas si sólo se aprueba el TLC.” La afirmación es grave y contundente: sin esa agenda de desarrollo no valdría la pena aprobar el TLC. Sin esa agenda, los beneficios serían para muy pocos mientras, para muchos, más bien prevalecerían los distintos riesgos que el informe desglosa. Esto no significa – y el informe es claro al respecto – que no debemos aprobar el TLC. Quienes quieran sacar esa conclusión del informe... estarán tergiversándolo. Lo que los Notables dicen es que, en balance, las ventajas del TLC parecen mayores que sus desventajas... ¡pero solo si lo acompañamos de las acciones complementarias! Si no... ¡No!
Lamentablemente – como bien reclaman los Notables – “aún falta mucho por hacer para que los beneficios logrados en el sector exportador lleguen al resto de la población costarricense. Son indispensables los encadenamientos permanentes con empresas locales y nuevas capacidades empresariales; la inversión en infraestructura como carreteras y puertos; investigación científica; legislación más expedita y menos entrabada que permita un clima propicio para el desarrollo de los negocios. En el plano estructural, resolver algunos de los principales problemas pendientes en la agenda nacional como el gasto y la inversión públicos, la deuda interna, las tasas de interés activas y otros factores que restan competitividad a las empresas locales y no permiten una mayor atracción de inversión extranjera directa”. Esas son algunas de las reformas que debieran constituir no la agenda de implementación o la retórica agenda complementaria con que se quiere adobar – o lubricar – la aprobación del TLC... sino la verdadera agenda de desarrollo que tendría que ser requisito indispensable – sine qua non, habíamos dicho en una sub/versión pasada – para la aprobación del TLC.
Si esto es así – y estoy convencido de que lo es – es urgente que la discusión sobre el TLC vaya más allá del “sí o el no” al que muchos, de uno y otro signo, nos quieren empujar. Esta discusión tiene que concluir en algo más ambicioso que el TLC... o el no-TLC: tiene que permitirnos definir esa ‘agenda de desarrollo’ que, como bien dicen los Notables, no puede quedar ‘para más tarde’ sino que tiene que constituir “un acuerdo o pacto nacional que vaya simultáneo y paralelo con la apertura comercial, con el TLC si se aprueba, o sin el mismo, si se rechaza”.
El momento no podría ser más propicio, y si algo debieran pedirle – pedirnos – los ciudadanos tanto a la élite intelectual y profesional del país, a las universidades, a los think tanks y a las diversas organizaciones sociales, pero sobre todo a los candidatos y partidos que aspiran a recibir nuestros votos en febrero para ser gobierno a partir de mayo es, precisamente, que concreten y hagan realidad esa agenda sin la cual no vale la pena el TLC... y sin la cual, no seríamos capaces de dinamizar el tipo de desarrollo que hace falta para frenar las crecientes desigualdades que hoy vivimos, ni de reconstituir la sociedad costarricense como una sociedad nuevamente integrada por las oportunidades. Como se desprende del informe de los Notables, hoy, nadie tiene excusas para evadir este reto ni para trasladar a otros su responsabilidad.