Y ¿creen que no entendemos?
Leonardo Garnier

Sub/versiones (ampliadas) – LA NACIÓN: 4 de Julio, 2002
“El gobierno de Estados Unidos solicitará a 142 socios comerciales que abran sus fronteras a las firmas estadounidenses de telecomunicaciones, corredores de valores, procesadores de datos, bancos… y otros proveedores de servicios”. Lo paradójico – y patético – de esta información del Wall Street Journal es que funcionarios y empresarios estadounidenses se quejan de que mientras la regulación en su país es “transparente y abierta al escrutinio público”, en los países en desarrollo la cosa es distinta: “Con frecuencia, en esos sitios – nos dicen – el Gobierno es el dueño de compañías telefónicas, bancos y empresas de servicios públicos”. Bob Vastine, director de la Coalición de la Industria de Servicios y asesor de la administración Bush en este tema, se lamenta, entre cándido y cínico: “estamos hablando en chino a muchos países que todavía no entienden lo que queremos, y lo que intentamos cuando hablamos de transparencia regulatoria”. Pero… ¿qué es lo que no entendemos?
Hace sólo unos meses el mundo descubrió que el gigante energético Enron – con la colaboración de Andersen, su firma de auditores – había borrado pérdidas y deudas de sus libros de contabilidad, inflando artificialmente las ganancias y el aparente valor de la empresa. En el momento adecuado, ejecutivos y directivos vendieron por sumas millonarias sus acciones, que luego se desplomaron, llevando a la ruina a miles de inversionistas, incluido el propio fondo de pensiones de los ahora cesantes trabajadores de Enron. Pero no sólo estafaban a sus inversionistas, también a los usuarios de sus servicios, a sus clientes. En medio de la crisis energética de California, por ejemplo, Enron recurrió a tácticas más que dudosas para congestionar las líneas eléctricas y luego cobrar por descongestionarlas, así como para sacar energía de ese Estado, agravando la escasez, provocando aumentos mayores de los precios… para entonces reimportar esa energía y venderla con mayor ganancia. ¿Qué es lo que no entendemos?
Hace un par de semanas, se descubrió que Worldcom, una de las principales empresas de Internet del mundo, alteró los datos de su flujo de caja haciendo pasar gastos corrientes por inversión, inflando sus ganancias en más de $3.800 millones. Y eso fue sólo el año pasado, por lo que el monto final de la estafa será mucho mayor. Las acciones de Worldcom pasaron de más de $62 en 1999 a menos de seis centavos hoy en día. Claro, antes de la caída, los principales ejecutivos y directivos – y hasta el director del comité de auditores – hicieron millones con la venta oportuna de sus acciones. Así, una empresa que llegó a valer más de $100.000 millones, hoy vale apenas… nada: sus empleados no tienen empleo, y los inversionistas honestos no recuperarán sus ahorros. ¿Qué es lo que no entendemos?
Y ahora resulta que XEROX es acusada, junto con su firma de auditores KPMG, de haber ‘cocinado’ sus libros contables para inflar las ganancias de los últimos años en más de $6400 millones. Las acciones de Xerox, que en 1999 superaban – como las de Worldcom – los $60, habían bajado a apenas $6 la semana pasada, y la investigación apenas empieza. ¿Qué es lo que no entendemos? Para evitar un juicio que le podría haber costado mucho más, Merryl Lynch aceptó pagar $100 millones, ya que e-mails internos mostraban cómo sus mejores analistas se referían a ciertas empresas de Internet como ‘basura’ y ‘mierda’ en privado, al mismo tiempo que presionaban a sus clientes para que invirtieran en esas firmas. ¿No entendemos? Estos casos se agregan a una lista creciente, que incluye nombres como Dynegy, Tyco International, Qwest, Adelphia, y en la que destaca Global Crossing, gigante de las telecomunicaciones en cuya quiebra se sospechan juegos parecidos a los de Worldcom. ¿No entendemos?
¿Y las empresas de contabilidad y auditoría? A pesar de que todas son objeto de distintas investigaciones y de demandas de los inversores de las empresas que auditaron, las cuatro mayores firmas parecen divertirse jugando a las ‘sillas musicales’: Xerox despidió a KPMG, a quien culpa del fraude, y contrató para reemplazarla a Price Waterhouse, que en abril había sido despedida por sospechas de fraude por el Allied Irish Bank que, a su vez, contrató a KPMG. Y mientras Dollar General, ante un escándalo contable, optó por despedir a Deloitte & Touche y contratar a Ernst & Young… PNC Financial Services hacía exactamente el movimiento contrario, por las mismas razones. Y ríase (digo, si puede): casi 700 socios de Andersen – la empresa que auditaba a Enron, a Worldcom y a Global Crossing – están siendo contratados por las otras empresas, y muchos de ellos – informa el Wall Street Journal – “seguirán auditando las mismas compañías que antes”. En este momento, el Securities Exchange Commission (SEC) y la National Association of Securities Dealers (NASD) y la New York Stock Exchange (NYSE) revisan otros 47 casos en los que las empresas y sus asesores financieros, a sabiendas y de manera intencionada, se beneficiaron – empresarial y personalmente - al vender millones de dólares en acciones sobrevaluadas haciendo creer a los compradores que estaban baratas. ¿Qué es lo que no entendemos?
Porque lo que sí entendemos es que todo esto apunta a una de las mayores concentraciones de ineficiencia, ocultamiento y corrupción que registre la historia económica, y no en el sector público – como suele sugerir la retórica neoliberal – sino, precisamente, en el corazón del sector privado: en las mayores empresas y los mercados financieros de la economía más poderosa del mundo. Por eso, cuando desde la óptica de una globalización unilateral, ineficiente, desigual y – según comprobamos ahora – corrupta, nos piden que dejemos entrar a sus enrons, y sus worldcoms, a sus banqueros y sus contadores; cuando para ello nos exigen desregular y privatizar a nombre de la transparencia, al tiempo que se oponen a la creación de mecanismos independientes de derecho internacional… ¿de verdad creen que no entendemos lo que quieren?
Tal parece que los peores enemigos de la globalización no necesariamente están en quienes, comprendiendo sus problemas, la critican… sino en quienes la defienden de palabra mientras, con sus acciones e intenciones, boicotean una y otra vez el avance de una globalización centrada en la igualdad de oportunidades y los derechos, una globalización eficiente, sí, pero también justa.