Sub/Versiones – LA NACION, Jueves 26 de Setiembre, 2002
Nos encanta la democracia, pero no queremos pagar por ella. Le regateamos recursos, abrimos portillos para que sean otros quienes la financien y, luego, nos sorprendemos de verla prisionera de quienes la costearon. ¿No es absurdo? Nos molesta...