¡A fumarse el déficit!
Leonardo Garnier

Leonardo Garnier
La Nación, 12/8/01
La Philip Morris acaba de descubrir un método revolucionario para acabar con los problemas fiscales del mundo. Según un estudio revelado por el Wall Street Journal, el consumo de cigarrillos no es una carga para el presupuesto de los países, en parte porque la muerte prematura de los fumadores ayuda a reducir los gastos médicos. El informe hace un recuento de los ‘efectos positivos’ relacionados con el hábito de fumar en las finanzas nacionales y destaca los “ahorros de costos en el sector sanitario debido a la mortalidad temprana”.
La Philip Morris no sólo reconoce que el cigarrillo mata, sino que además nos dice que eso es bueno ¡porque las muertes prematuras de los fumadores reducen el gasto público! Bastaría con que todos fumáramos a más y mejor, desde la más temprana edad, para que el déficit fiscal de los países se hiciera, literalmente, humo.
Para el caso de la República Checa –donde se realizó el estudio—se afirma que el fallecimiento prematuro de fumadores le ahorró al gobierno entre $24 y $38 millones anuales en salud pública, pensiones y alojamiento para ancianos, y que sopesando todos los costos y beneficios que según ellos se asocian con el fumado, el gobierno checo tuvo una ganancia neta de $147 millones gracias al hábito de fumar.
La importancia y las consecuencias globales de este descubrimiento son difíciles de exagerar. El primer paso supone su aplicación sistemática en el campo directo del estudio: en vez de combatir el fumado, los países deberán promoverlo desde la más tierna edad con el único cuidado de que las muertes ocurran cuando la gente se acerque a la edad de jubilación, pues eso sin duda maximizaría los ahorros. Cabría también eliminar el filtro de los cigarrillos, con un doble ahorro: cigarrillos más baratos y de mayor impacto letal y fiscal.
Pero el verdadero impacto se logrará cuando el descubrimiento se amplíe a otros campos. Uno de los más obvios es el de los accidentes de tránsito, donde muchos sobreviven gracias a los cinturones de seguridad. Siguiendo la lógica de Philip Morris, el uso del cinturón deberá ser prohibido para todos aquellos que, por tener más de 60 años, constituyen una evidente carga para el fisco. En el campo de la salud, lo que corresponde es limitar drásticamente cualquier tipo de tratamiento que mantenga o extienda la vida más allá de los 60 años, no sólo porque son un desperdicio, sino porque generan mayores gastos con cada año de vida que prolonguen.
Y si fuéramos realmente consecuentes, tendríamos que completar una de las más radicales revoluciones en la política fiscal de este mundo globalizado lanzando una campaña mundial que, aprovechando todos los medios conocidos desde los medios tradicionales de prensa, radio y televisión hasta los más modernos usos de Internet, logre la movilización de gobiernos, empresas y organizaciones de la sociedad civil –pandillas incluidas—todos actuando al unísono al mandato de los nuevos slogans de la revolución fiscal:
¡Baje la deuda... mate un anciano!
¡Una vieja menos... un superávit más!
¡Viejos al foso... Fiscos al gozo!
La caza de ancianos podría convertirse en un nuevo deporte que contribuya, además, a canalizar de manera fiscalmente responsable las tendencias violentas que, de por sí, caracterizan este mundo moderno. Las competencias internacionales serían un espectáculo televisivo difícil de superar y contarían con un patrocinador ideal: la industria armamentística, finalmente reivindicada.
Algunos objetarán estas propuestas porque en los cálculos del estudio original no se incluyó ninguna valoración económica de los años, meses y días de vida que la gente pierde por estas ‘muertes prematuras’. Pero es que no entienden que, como bien dijo Robert Kaplan, vocero de Philip Morris, se trata “de un estudio de impacto económico, nada más y nada menos”. ¿Cómo íbamos a pedirle a un estudio económico que tuviera en cuenta cosas tan poco económicas como la vida de la gente, cuando están en juego las ganancias y los déficit?