Lógica ¿presidencial?
Leonardo Garnier

Algunos suscriptores lamentaron que mi última sub/versión sobre la falta de lógica careciera de ejemplos concretos. La verdad hay tantos... que no pensé que hicieran falta pero, en todo caso, y para complacer la petición, rebusqué un poco en la memoria y recordé aquel impresionante discurso de nuestro señor presidente – don Abel Pacheco de la Espriella – en la Cumbre de Monterrey, a la que en aquel momento yo hice algunas intercalaciones que circularon por Internet mostrando, precisamente... la peculiar ¿lógica? de nuestro presidente. Así que, a quienes tengan interés – o morbosidad – les invito a releer el famoso – o infame – discurso, con las correspondientes intercalaciones:
El imperialismo pasó de moda
Discurso pronunciado por el Presidente de Costa Rica Abel Pacheco de la Espriella en la Cumbre Extraordinaria de las Américas, en Monterrey, México, el martes 13 de enero del 2004 (con intercalaciones poco inocentes de Leonardo Garnier)
Escuchando, cuánto se habla, se habla y se habla sobre el mismo tema del por qué somos pobres y la explotación internacional a la que hemos estado sujetos, de la explotación de nuestros niños, de los personajes históricamente corruptos en nuestros países, el caso es que a esta altura de la historia, a nivel internacional, yo creo que ha habido gran explotación; sin embargo, hoy la competencia entre las potencias y el temor a ser juzgado a nivel internacional ha hecho que esto disminuya.
(el temor a ser juzgado a nivel internacional ¿hace que disminuya la explotación? ¿por qué? ¿qué conexión lógica existe entre una cosa y la otra? Tal vez eso aplique al tema de la corrupción, no al de la explotación internacional. Además… ¿por qué la competencia entre las potencias reduciría la explotación… precisamente cuando esa competencia más bien se redujo al derrumbarse la Unión Soviética?)
Ya el imperialismo sencillamente pasó de moda.
(¿Pasó de moda la idea, el concepto, el slogan… o el fenómeno? ¿Pasan de moda los hechos? ¿Era una moda?)
Además, parece haber conciencia de que el planeta se ha achicado por las comunicaciones y por el transporte, y esta conciencia ha generado la idea de que no podemos subsistir en este planeta naciones poderosas que nadan en la abundancia y naciones paupérrimas.
(¿Por qué la ‘conciencia’ de que el mundo ‘se ha achicado’ habría generado la idea de que no podemos subsistir en este planeta naciones poderosas y naciones paupérrimas? En realidad es una idea bastante anterior a ese supuesto achicamiento del planeta… y, en todo caso, una idea que no pareciera depender lógicamente de tal achicamiento.)
Esto sencillamente porque el hambre produce odio
(¿y cuál es la conexión lógica aquí? ¿el hambre, como tal, produce odio? Tal vez el hambre que se percibe como fruto de la injusticia o, más bien, como fruto de la maldad, podría provocar odio – y, aún así, la conexión es laxa – pero, en realidad, el hambre, aún el hambre percibida como fruto de la injusticia, lo que podría provocar es la confrontación de tal injusticia… lo cual no deriva, lógicamente, en odio, como no es odio lo que uno percibe en los escritos de Bartolomé de las Casas cuando clama contra la injusticia; ni en las de Gandhi; ni en las de muchos ‘hambrientos’ que no traducen el hambre en odio.)
el odio produce terrorismo
(este es otro salto al vacío… el odio puede producir muchas cosas, no necesariamente tiene que producir terrorismo, y el terrorismo puede surgir aún en ausencia del odio, como una salida desesperada ante una realidad que no se cree poder transformar de otra forma)
y las armas del terrorismo hoy están a disposición de todos los países y de todas las personas, por pobres que sean
(¿hoy? las armas del terrorismo han estado siempre a disposición de cualquiera ¿no?).
Yo creo que en ese sentido, hemos progresado.
(Aquí sí que no entiendo: ¿quiso decir que hemos progresado porque ahora las armas del terrorismo están a disposición de todos los países, de todas las personas, por pobres que sean? ¿eso sería progresar? ¡Válgame!)
Ha terminado el círculo vicioso de la corrupción.
(¿De veras? ¿Y cuál era ese círculo… y, más aún, cómo es que ‘ha terminado’?)
Y en cuanto a los corruptos de nuestras naciones, por primera vez en la historia veo yo que de veras las grandes potencias, nos están ayudando. Por primera vez veo que les niegan el asilo.
(¿Qué habrá pensado el presidente peruano al escuchar esto y recordar a Fujimori, cómodamente refugiado en Japón?)
Se acaba esa historia vergonzosa de que nos daban dinero los países ricos, el dinero llegaba a nuestros países, eternamente pobres eternamente descalzos, se lo robaban cuatro individuos y se iban a vivir a los países ricos. Ese círculo vicioso dichosamente ha terminado.
(Ah… si tan solo fuera cierto; pero dos o tres ejemplos, usualmente asociados al narcotráfico o al gran crimen político, no autorizan a decir que ‘ese círculo vicioso dichosamente ha terminado’. Y, por cierto… ¿no siguen los hermanos López muy orondos en Chile? Para abundar más en este círculo que está lejos de cerrarse, el presidente podría releer (o leer) el libro ‘Con los ojos vendados’ de Andrés Oppenheimer… que no deja muy bien parados ni a los países desarrollados, ni a empresas tan ‘respetables’ como IBM o Citicorp.)
Hoy con orgullo vemos cómo se esta juzgando a los corruptos a nivel internacional
(querrá decir a algún corrupto)
y creo que es el inicio de que la justicia extienda su mano a todo el planeta y acabemos con los criminales que se roban el dinero de nuestros pobres
(lo cual difícilmente sucederá mientras la principal potencia mundial, los Estados Unidos, se nieguen a reconocer la jurisdicción de la Corte Penal Internacional. Habría sido interesante que el Presidente Pacheco, si de verdad cree en esto, le solicitara al Presidente Bush que reconsiderara su posición.).
Porque si se habla de que es criminal un dictador que mató miles de individuos, al robarse el dinero de los pobres, son cientos de miles, millones de niños los que mueren sin leche y millones de ancianos los que quedan abandonados. Creemos también que esto se está controlando.
(¿Creemos? ¿Quiénes creemos? ¿Por qué creemos? ¿Con qué evidencia creemos?)
No producimos grandes empresarios. Y hemos estado estudiando las naciones porque hay que ver la contraparte.
(¿La contraparte de qué? Además ¿quiénes ‘hemos’ estado estudiando las naciones?)
Así como estudiamos a los que se llevan la plata y así como estudiamos a los ricos
(¿estudiamos a los que se llevan la plata? ¿estudiamos a los ricos? no, no estudiamos a los ricos, precisamente ese es uno de los grandes vacíos de nuestro conocimiento: ni siquiera aparecen reflejados en las encuestas de hogares, y hay una trágica escasez de estudios sociológicos, económicos, antropológicos o políticos de los ricos… aunque abunden los reportajes sobre los ‘rich and famous’ en la prensa rosa)
¿por qué será que esta América Latina no estudia a los pobres, su comportamiento y su pensamiento?
(de nuevo se equivoca el Presidente Pacheco, porque si algo sí se ha estudiado en América Latina y en el mundo, es la pobreza. En Costa Rica, hay sinnúmero de trabajos de calidad sobre el tema y, en América Latina, también. El propio Banco Mundial ha investigado y publicado profusamente sobre el tema de los pobres y la pobreza… no así sobre los ricos y la riqueza.)
¿Por qué será que este subcontinente tan querido es capaz de producir grandes futbolistas, grandes cantantes, grandes militares, grandes políticos pero… yo no veo que nuestro subcontinente produzca grandes industriales, grandes empresarios?
(Bueno, yo la verdad tampoco veo grandes militares, y muy pocos grandes políticos… en cuanto a producir ‘grandes empresarios’, eso dependería de qué entendamos por empresarios: si se trata – como parece implicar el resto del discurso – de aquellos que logran hacerse ricos, más bien América Latina sobresale en el mundo pues, en medio de su pobreza, logra tener un buen número de grandes millonarios… más abajo se reproduce una información de la revista Forbes que muestra la magnitud de esta riqueza obscena.)
Me pongo yo a recorrer las calles de América y ¿dónde están los monumentos de los grandes empresarios, de los grandes industriales, de los hombres que han generado riqueza? Yo creo que no existen.
(Aquí hay un error curioso en la concepción del presidente pues toda la lógica del funcionamiento de la economía de mercado capitalista descansa – como argumentó magistralmente aquel profesor de filosofía moral llamado Adam Smith – en la búsqueda de ‘el propio interés’… y ese propio interés se traduce, precisamente, en la ‘ganancia’ que obtienen los capitalistas de desarrollar su empresa, no del ‘agradecimiento’ que les brinde la sociedad. Los empresarios, para serlo, no requieren estatuas, sino la rentabilidad de sus empresas. La sociedad les paga no con estatuas de bronce, sino en dinero contante y sonante… que es lo que cuenta para que las empresas puedan seguir acumulando.)
Sí existen en Europa, sí existen en Estados Unidos y sí existen en Canadá.
(No, esto tampoco es cierto, las estatuas a los empresarios no abundan en ningún lado. Habrá una que otra aquí o allá, pero por lo general las sociedades consideran que quienes lucran con su actividad ya han sido adecuadamente recompensados – si hay paga no hay honra… no es solamente una sensación criolla – y, cuando algún empresario llega a tener una estatua, no es por haber hecho plata, sino porque hizo, además, algo que la sociedad le reconoce como ‘bien público’. Nosotros, por ejemplo, tenemos estatuas del “cafetalero” Juan Rafael Mora)
Hay un culto a los grandes productores de dinero,
(no hay que confundir un culto a los ‘empresarios’ en tanto innovadores, que un culto en tanto grandes productores de dinero)
y nosotros seguimos haciendo estatuas, cantándole himnos y haciéndole poesías y enseñando en nuestras escuelas la historia de los grandes militares, de los grandes poetas, de los cantantes, de los futbolistas.
(No recuerdo estatuas de futbolistas, ni de cantantes ‘populares’; en cuanto a músicos y poetas… o filósofos, Europa está llena de sus estatuas, y las he visto también en Estados Unidos. ¿Algo enaltece más a un pueblo que sus pensadores y sus artistas? ¿Recordamos más – o debemos más – a algún ‘empresario griego’ que a Platón o Aristóteles? ¿Habrá sido más importante aquel Aristóteles moderno que se hizo multimillonario a punta de monopolizar el transporte?)
Entonces, si no hay gloria para los que generan riqueza, difícilmente vamos a motivar a nuestra juventud a ser empresaria, difícilmente nuestros niños tomarán por esa senda.
(Lo más absurdo de esto, es que es doblemente falso: por supuesto que en nuestras sociedades se valora y aprecia – se sobrevalora, diría yo – eso de ‘hacer plata’: casi todo el mundo admira al que tiene mucha plata, casi todo el mundo querría tener mucha plata. No es cierto que sea ‘mal visto’ eso de hacer dinero. Eso no quiere decir – y es una distinción importante – que se estimule la actitud o que se promueva la capacidad ‘emprendedora’ o ‘empresarial’ en sentido schumpeteriano. Nuestro capitalismo ha sido siempre un capitalismo rentista, no un capitalismo empresarial… ahí es donde podría empezar a escarbar don Abel, si de verdad le preocupa la notable escasez de empresarios en medio de la abundancia de ‘hombres de negocio’… porque no es lo mismo, no es lo mismo.)
Y eso no es lo más grave… lo más grave es que no solo no se estimula a ser empresario, sino que se desestimula.
(¿Se desestimula? Veamos los argumentos, veamos el poder de la lógica de don Abel…)
Recuerden ustedes los cuentos que oímos en la infancia. ¿Quiénes eran los malos? Los malos eran siempre los ricos, los malos eran siempre el ogro. Acuérdense de Juan y las habichuelas, el muchacho pobre que subía y el ogro arriba era el malo, el que tenía la riqueza. Recuerden ustedes la madrastra de la Cenicienta, aquella mujer terrible.
(Juan y las habichuelas… Cenicienta… cuentos ¿de dónde? ¡de los países desarrollados en los que don Abel sí encuentra empresarios y creadores de riqueza! ¿Y entonces? ¿Por qué esos cuentos no provocaron en Europa y en Estados Unidos lo que sí provocaron, según don Abel, en América Latina?)
Y eso lo hemos seguido acentuando a través de la historia. El folclore latinoamericano nos inunda con canciones que alaban las virtudes de los pobres… “mi sangre, aunque plebeya, también tiñe de rojo” y todas estas cosas. Nadie le canta loas a un rico o a alguien que generó riqueza.
(Yo más bien recuerdo aquella canción de los sesentas que empezaba quejándose: “Les diré que fui un don nadie, ni una chica se fijaba en mí…” para luego reiterar el éxito posterior: “hoy las cosas han cambiado y les causo admiración, porque tengo mis millones y muchachas de a montón, soy un hombre respetable y el mundo está a mis pies… ye, ye”)
Y si vemos el cine latinoamericano y si vemos las telenovelas que paralizan a nuestro subcontinente, siempre la muchacha buena es muy pobre y llega del campo y hay una vieja malvada rica, llena de pulseras de oro y de collares que es la que la explota, la canalla vieja esta. Dichosamente siempre la muchacha encuentra un hombre bueno, que es hijo de la señora, el hijo tonto que nadie quiere, que es el que se casa con ella y la salva.
(Qué va para ‘hijo tonto’… la trama de la novela suele ser otra: es el hijo bueno – rico y bueno – el que se casa con la muchacha y, al hacerlo ¡la saca de pobre! Porque si algo no es bueno en las novelas… es seguir siendo pobre, o seguir siendo fea… como Betty, que se puso linda, o la gorda que se adelgaza… y se quedan con el muchachazo que, ni por broma, renuncia a sus millones).
Les habla un psiquiatra. Porque a eso sí alentamos a nuestra querida juventud, a buscar la solución en la magia, en un buen matrimonio.
(Ahí sí concuerdo con don Abel: hay una gran búsqueda de salidas mágicas… pero no solo en América Latina, sino en todo el mundo; pareciera ser uno de los ‘signos de nuestro tiempo’ contra el que tan acertadamente escribiera Carl Sagan.)
En mi tierra, la lotería la anunciamos diciendo “hágase feliz de la noche al día… compre usted lotería”.
(¿Y no habrá oído hablar don Abel de las loterías en España, o en Estados Unidos, o de ese montón de programas famosos como ‘La rueda de la fortuna’ o ‘Hágase millonario’? No, la búsqueda de salidas mágicas no es un monopolio de nuestro subcontinente, y no tiene lógica ni sustento empírico la línea argumental del Presidente Pacheco.)
Pero la virtud del trabajo tesonero, la virtud de ser un empresario, alguien que genere trabajo, que orgullosamente trabaje cada día con más perfección en su oficio, por modesto que sea, no la estamos enseñando.
(Ese es un buen párrafo, y sobre ese punto hay trabajo abundante de diversos investigadores, que analizan multitud de factores, incluyendo la diferencia entre la ‘ética protestante’ y la ‘ética católica’ que destacan desde Max Weber hata David Landes pero ¿habrá querido decir don Abel que nos quedamos subdesarrollados y sin empresarios por ser tan católicos?)
Entonces ¿cómo queremos producir empresarios? ¿Cómo queremos producir riqueza si no tenemos empresarios?
(¿Y cómo estarán haciendo los chinos… que crecen y crecen?)
Claro está, amigos y amigas, que quien les habla es un psiquiatra. Yo no sé nada de economía. Yo he confesado mi ignorancia en esto desde siempre, ante ustedes y ante el planeta entero. Pero, quizá, la presencia de un psiquiatra que ve las cosas desde otro punto de vista los haga pensar a todos ustedes. Empecemos por cambiar nuestra educación. Empecemos por enseñar a pensar a nuestros muchachos. No es posible que sigamos enseñando los ríos de Europa, los montes de Asia, los generales, los nombres de los papas… Dios mío… ¿de qué me sirvió a mí partirme el cerebro aprendiendo a sacar seno, tangente y cotangente? En mi vida saqué una cotangente… nunca. Ni me sirvió de nada saber las capitales del mundo, que si quieren se las digo… todavía me acuerdo. A coscorrones las aprendí.
(Ya Víctor Buján arremetió contra este punto, y es que don Abel repite esa trillada confusión de quienes creen que es posible desarrollar la inteligencia sin que medien conocimientos de por medio, o sin desarrollar, junto con la inteligencia, la memoria. Por supuesto que de poco sirve la memoria tonta, la repetición ‘como loras’ de nombres, fechas y lugares… pero es igualmente cierto que, para desarrollar la inteligencia y para convertirse en ciudadanos responsables y útiles – y hasta para aspirar a empresarios – también hay que saber cuándo pasaron las cosas, dónde quedan los lugares, quiénes impulsaron – y cómo – las grandes transformaciones. Cuando don Abel dice ¿de qué me sirvió a mí partirme el cerebro aprendiendo a sacar seno, tangente y cotangente? comete pecado por partida doble. Primero, porque reconoce que, aunque fuera a coscorrones, no memorizó los senos, cosenos y tangentes… sino que aprendió a sacarlos… es decir, aprendió a usar su cabeza. Y segundo – y mucho más grave – porque desde su investidura de Presidente, sugiere a nuestros jóvenes que no vale la pena… que uno puede hasta llegar a presidente sin saber sacar senos y cosenos, sin saber dónde quedan los ríos o quiénes hicieron diferencia en la historia. Tal vez se pueda llegar a presidente… pero no se puede llegar a ser buen presidente, ni buen ciudadano.)
La lógica del sujeto. Enseñemos a pensar a nuestros muchachos, a nuestros niños. Enseñemos el proceso de pensamiento aristotélico, la lógica del sujeto, que nuestros pueblos no usan. Nuestro pueblo usa la lógica del predicado, la lógica que usan los niños: si yo me pongo los zapatos de papá, yo soy papá… si yo me pongo los lentes de mamá, yo soy mamá. Eso lo aplicamos nosotros. El muchacho que con una camiseta se siente futbolista. Es la lógica también de los enfermos mentales. Había un paciente que se ponía mis anteojos y creía que era yo… que con uno de los atributos de algo ¡ya está! Así nuestros médicos lo que quieren es el título, es la gabacha.
(Aquí don Abel ofende a nuestro pueblo… ofende a nuestros médicos (que bastante estudian y se esfuerzan, al menos en las universidades de verdad) y ofende a nuestros niños, para quienes “yo juego a ser papá…” nunca se convierte en “yo soy papá”… y si el paciente de don Abel se creyó siquiatra cuando se puso sus anteojos… ¡es porque necesitaba siquiatra!)
Enseñemos desde pequeñitos a nuestras muchachitas, a nuestros muchachitos a estudiar, a partirse el alma para aprender, para usar el pensamiento lógico, para ser empresarios, para generar riqueza.
(Pero no les enseñemos – pues eso se desprende de lo ya dicho – a ser poetas, o músicos, o políticos… ¿y por qué no? Frente al elogio chato de la riqueza… me quedo con autores de fuera, como Adam Smith, o de dentro, como don Pepe, que siempre supieron balancear la búsqueda de la riqueza material con la creación de la riqueza espiritual. Y lo peor... es que todo esto se dice a nombre del pensamiento lógico...)
Pero, claro, es el punto de vista de un psiquiatra… Ojalá despierte en alguien inquietudes.
(Ojalá… diría yo, despierte la crítica sana.)