¡Porque les gusta!
Leonardo Garnier

Leonardo Garnier
La Nación 28/1/01
¿Por qué hablar abierta y tranquilamente sobre sexo con los jóvenes? Pues porque el sexo ¡les gusta! No sólo les gusta, sino que les interesa, les atrae, les preocupa, les provoca, les asusta. La sexualidad debe ser un tema cotidiano de nuestras conversaciones, un tema legítimo y aceptable para que los muchachos y muchachas lean, vean, hablen y piensen. De lo contrario, quedará relegada a los espacios prohibidos, censurados, escondidos, morbosos.
Siempre me ha asombrado esa mentalidad de avestruz con que enfrentamos este tema. Sabemos que el sexo está ahí, que es parte plena de nuestras vidas, que los muchachos y muchachas irán entrando de una forma u otra a la vida sexual. Pero evitamos hablar de ello, como si con el silencio quedáramos exonerados de toda culpa por lo que pueda pasar. Y ni qué decir de las posiciones que la mayor parte de las veces asume la Iglesia, para la que el sexo parece ser un mal necesario pero un mal al fin y al cabo: eso que hay que hacer para que la especie se reproduzca.
¿Cómo sorprendernos entonces de que a los muchachos les dé entre pereza y risa hablar de sexo con los adultos? Su vida está llena de sexo. Piensan, sienten, recuerdan, se ilusionan, se frustran y se ilusionan de nuevo con el sexo. Todo les habla de sexo. Hay sexo en las canciones, en las películas, en las revistas. Se habla de sexo en los recreos y a la salida de clase. Hay sexo en los papelitos que se pasan furtivos en clase. Hay sexo los fines de semana, sexo en el paseo, sexo en el baile. Hay sexo en el sueño. ¿Cómo ocultarlo?
Los seres humanos somos seres sexuados, y la vida sexual tiene múltiples manifestaciones, no se reduce al acto sexual o coito, que es lo que para muchos significa el sexo. Puede haber sexualidad en darse la mano, en cruzarse una mirada, en conversar usando la voz como caricia, en abrazarse, en el beso y el aprete. La vida sexual se relaciona con la simpatía, con la amistad, con la pasión, con el amor... y el desamor. La sexualidad joven es, además, una de las formas más intensas y bonitas de aprender sobre los demás y sobre nosotros mismos, sobre el amor y la amistad, sobre las pasiones, sobre el dolor y el sufrimiento, sobre el perdón y el respeto. Y eso la hace aún más interesante, más compleja y más riesgosa. Y como la vida misma, la vida sexual tiene que ser buena, tiene que gozarse, tiene que vivirse plenamente para enriquecernos y hacernos crecer.
Pero el sexo se relaciona además con la reproducción de la vida, lo que lo hace noble y maravilloso en un sentido que nos trasciende, que nos hace realmente otros. Este, sin embargo, es un sentido que también puede resultar trágico, como cuando, por desconocimiento o irresponsabilidad, el sexo produce enfermedad y muerte; o cuando nos reproduce irresponsablemente, sin amor, sin afecto, sin asumir la responsabilidad plena de la paternidad. Sólo recordemos que, en nuestra América, los embarazos se han convertido en la principal causa de muerte para las muchachas de 15 a 19 años; y que hoy el SIDA es algo más que una enfermedad de transmisión sexual: es una sentencia de muerte.
Por eso, hablemos de sexo con los jóvenes. Que puedan verlo como un componente normal y agradable de sus vidas, como algo emocionante, algo serio, como parte de su propio desarrollo. Esto no es un llamado a la promiscuidad ni al desenfreno – como bien saben mis hijas. Pienso que en el sexo no debe haber apuro. Cuanto más tarde se llegue a la plena intimidad sexual, más se apreciará y se gozará cada paso, cada detalle, cada nueva sensación. También serán menores los riesgos emocionales, los riesgos de salud, los riesgos de embarazos precoces y no deseados. Despacio y con buena letra, decían antes, y esa parece seguir siendo una buena receta. Pero ir despacio no significa ir a escondidas, sino todo lo contrario: hablar mucho y muy seguido sobre sexo con los jóvenes, y que hablen mucho entre ellos.
Y sería bueno hablar de sexo también entre nosotros. Si los que ya no somos tan jóvenes queremos seguir viviendo plenamente, debiéramos recordar que el sexo es intenso y es sabroso, que es agradable, bonito y placentero. Que nos acerca al ser querido y que, si lo sabemos hacer, no sólo es inofensivo y seguro, sino saludable para el cuerpo y para el alma.