Pst... Pst... ¿simplificación?
Leonardo Garnier

Leonardo Garnier
La Nación, 1/9/00
Aunque durante las últimas semanas hubo una gran campaña oficial por el proyecto de simplificación tributaria (PST), esto no ayudó a que la gente entendiera el proyecto. Muchas preguntas quedaron sin responder.
La primera debió ser ¿Pst... en cuánto suben – o bajan – los impuestos, en cuánto aumenta la carga tributaria? Y eso, aún no lo sabemos. Aunque el proyecto se nos ha vendido envuelto en el ropaje de una reducción y eliminación de sinnúmero de impuestos menores ¿Pst... estamos frente a un despaquete? ¿Bajará la carga tributaria... o aumentará? Ninguno de los anuncios sobre el PST nos explicaba esto.
La segunda pregunta refiere a los combustibles: ¿Pst... bajan o suben? Según lo anunciado, se trata de establecer un único impuesto por litro que neutralice “el efecto que causa el incremento del precio internacional del crudo sobre los precios internos”. Pero los precios están en uno de sus puntos más altos. ¿Y si más bien se busca neutralizar el efecto que podría causar la reducción del precio internacional del crudo? ¿Pst... habremos usado el impuesto en porcentaje mientras el precio subió, y ahora lo fijamos en monto para que no vaya a bajar luego? ¿Sabremos en cuánto aumentaría la carga tributaria de los próximos cinco años con el PST, comparado con el esquema anterior? Y ¿por qué indexar este impuesto con el índice de precios? Y ¿pst... por qué cada tres meses, y no cada seis, como los salarios, o cada año, como corresponde a los presupuestos públicos?
En cuanto al selectivo de consumo y otros impuestos menores, parece razonable eliminar impuestos que aportan más al costo de la recaudación que a los ingresos, pero no es nada razonable eliminar toda la capacidad del ejecutivo de reaccionar ante una crisis fiscal. Además ¿sabemos cuáles se eliminan y cuáles se dejan? Llama la atención que – según el texto del proyecto – el criterio que se usó para decidir esto “fue aquel de no perjudicar el Depósito Libre Comercial de Golfito”. Pero ¿pst... será ese un criterio tan bueno? Y, de nuevo ¿qué pasa con la recaudación? ¿En cuánto se reduce, si se reduce? ¿Cómo se compensa, si se compensa?
Y, hablando de compensaciones ¿cuáles son? Por ejemplo, ¿cuánto aumentaría el precio de las bebidas envasadas con el nuevo impuesto? ¿Se calculó el impacto neto en los presupuestos familiares? Porque si la rebaja en materiales de construcción no afecta al cemento, ni a la varilla, ni al block, ni al zinc, ni a la pintura... sino a materiales más lujosos como la cerámica, ¿pst... tendría sentido compensarlo con un aumento en las bebidas que consume la mayoría de la gente?
Se aumenta la base del impuesto de ventas, y probablemente eso sea bueno, aunque no sabemos bien a quién se incluye y a quién se excluye. ¿Qué significa que se eliminan exenciones? ¿Cuáles... y cuáles no? ¿Por qué hacer que las instituciones públicas paguen impuesto de ventas? ¿Pst... no es eso llenar una bolsa (la de Hacienda) sacando plata de otra? ¿No es esta una forma ineficiente de reducir el gasto, reduciendo obra? ¿Es bueno usar un impuesto para recortar el gasto por parejo, en lugar de hacerlo por prioridades?
Finalmente ¿Por qué recurrió el gobierno al chantaje en su última propaganda sobre el proyecto, amenazando al pueblo con no subsidiar los combustibles a menos que los diputados aprobaran el PST antes del 31 de agosto? ¿No fue grotesca y falaz esa campaña? ¿No habría sido mejor para la democracia informar sobre el verdadero contenido del proyecto, con sus ventajas y sus costos – que todo paquete tributario los tiene, y debe tenerlos – en lugar de hacerlo aparecer como la salvación de la patria? ¿Pst... cuánto ganamos, cuánto perdimos en este proceso?