¡Cómo cuesta (que se note) ser millonario!
Leonardo Garnier

Leonardo Garnier Sub/versiones – La Nación, Costa Rica: jueves 29 de diciembre, 2005
Los millonarios del mundo están tristes: ya no es tan fácil distinguirse de la masa. Ahora cualquiera (bueno, casi cualquiera) puede lucir una cartera Luis Vuitton, mostrarse en un Ferrari o llegar en jet privado a su reunión. Y esto ocurre – nos dice esta semana The Economist – porque “ser un millonario se está volviendo algo común”: ya hay más de ocho millones de hogares con activos de al menos un millón de dólares. Estos nuevos ricos “están a menudo desesperados para afirmar su estatus consumiendo en forma conspicua las marcas favoritas de los que ya son ricos”... lo que hace que cada día le resulte más difícil a los realmente ricos “hacerse notar”.
Además, las empresas que producen esos bienes distintivos quieren vender más... lo que los vuelve menos distintivos; sobre todo porque algunos ‘no tan ricos’ están adoptando estrategias de consumo en las que mezclan un montón de bienes baratos – para bajar el gasto – con unos pocos lujos que les den estatus. Para rematar, se ha puesto de moda la “propiedad fraccional” de bienes de lujo que le permite a los no tan ricos consumir como si lo fueran, aunque sea por un ratito: alquilando un jet por unos días con una empresa como NetJets; adquiriendo el derecho a manejar un Rolls Royce por unas semanas al año pagando unos $4000 de inscripción y una mensualidad de $2000 o ¿por qué no? hasta alquilando una cartera de súper lujo por el fin de semana en una firma como “From Bags to Riches”. Para los realmente ricos esto es terrible, nos dice James Lawson de Ledbury Research: “¿cómo puedo saber si el tipo que pasa a mi lado en un Ferrari de verdad es el dueño... o sólo lo alquiló por el fin de semana?”.
Ante esto, algunos de los verdaderamente ricos tratan de evidenciar las distancias profundizando el carácter ‘innovador’ o esotérico de su consumo e impresionan a sus amigos comprando un vehículo anfibio para evitar las presas en el puente o pagando una fortuna para clonar a su gato. Entrar al club correcto – o la Universidad correcta – es también un signo de status que sigue siendo esencial y para el que la invitación y un pago estratosférico constituyen la valla que marca la diferencia. Pero la verdadera clave de la distinción está, como siempre, en mostrar que se tiene más plata que la que se puede gastar y, así, la filantropía con mayúscula – regalar enormes cantidades de plata para ‘buenas causas’ – se ha puesto de moda como el nuevo gran símbolo de estatus.
Paradójicamente, mientras unos no encuentran en qué gastar, cada día, unas 24.000 personas no tienen nada que gastar: mueren de hambre o de sus consecuencias sin llegar, siquiera, a ser noticia. ¡Cada día! ¿No ameritaría algo así un titular de primera plana? De ellos, tres cuartas partes son niños: 16.000 niños que mueren diaria e innecesariamente de hambre o por enfermedades como diarrea, neumonía, malaria o sarampión. ¿El mismo titular de primera plana día tras día...? Pero no, esos niños y niñas que sobrevivirían si sus cuerpos y sus sistemas inmunes no hubieran estado tan debilitados por el hambre y la desnutrición no se hacen notar, no son noticia. Dieciséis mil por día, seis millones de niños por año, unos treinta en el tiempo que a usted le tomó leer esta columna: muertos... mientras hablábamos de lo difícil que se está volviendo, para algunos, mostrar que tienen más – mucho más – de lo que necesitan. ¿Qué le puedo decir? ¡Feliz año...!