Las panaceas de Cavallo
Leonardo Garnier

Sub/versiones – LA NACIÓN: 15/11/01
La crisis Argentina hace más que evidente el absurdo de las panaceas que se elevan a dogma. ¡Un peso por un dólar! fue el grito de batalla que permitió frenar el fantasma de la hiperinflación en 1991 y recuperar el crecimiento. Luego, algo falló. Hoy, aunque la inflación sigue siendo sólo un recuerdo, Argentina no crece ni puede dar empleo pleno a una tercera parte de su fuerza laboral. Aunque el déficit y la deuda pública no son muy altos, se agigantan ante una economía que se empieza a encoger frente a un adverso contexto internacional. Irónicamente, diez años después de haber tenido éxito contra la inflación, Domingo Cavallo cabalga de nuevo, ahora con de la Rúa, proponiendo nuevas panaceas: ¡Déficit cero! es su nuevo grito. Pero mientras la convertibilidad significó mejorar los ingresos reales de la gente, el déficit cero significa recortes en salarios y pensiones, lo que empeora también la situación política del gobierno, que sale mal parado de las elecciones de medio período.
Cavallo propone ahora una renegociación seudo-voluntaria de la deuda pública. Los tenedores de bonos del gobierno –con intereses del 11% o 12%—podrán canjearlos por créditos al gobierno que pagarían un 7% pero con la recaudación fiscal como ‘garantía’. Si no, se arriesgan a que el gobierno no les pague. La propuesta no ha tenido muy buena recepción en Argentina, donde debe ejecutarse la primera fase. Los bancos, tenedores de buena parte de esas deudas, se han mostrado dispuestos; pero los gobernadores provinciales aún no aceptan recibir menos transferencias fiscales del gobierno federal, lo cual es crucial para la supuesta garantía tributaria de los nuevos préstamos. La reacción externa ha sido cauta, como se vio durante la visita del Presidente de la Rúa a Washington, donde el Presidente Bush no comprometió ningún aporte efectivo, urgiendo más bien a de la Rúa a ‘hacer su tarea’ con los organismos financieros. El FMI no parece muy convencido de acelerar sus desembolsos y Wolfensohn, Presidente del Banco Mundial, ha dicho ya que esa entidad no estaría dispuesta a garantizar los bonos de esta reestructuración.
Pero, aún si funcionara, la propuesta fracasaría: Argentina está en su cuarto año de recesión, y las medidas de austeridad –junto con la convertibilidad que tan útil fue en el pasado—sólo profundizarían esa recesión. Al convertirse en dogma, la solución responsable de ayer resulta la camisa de fuerza de hoy. Al adoptar la política monetaria de un país cuya productividad aumentó a lo largo de toda la década manteniendo niveles históricamente bajos de desempleo, Argentina se vio empujada a una severa política de austeridad fiscal y monetaria cuando se requerían estímulos al crecimiento y a la capacidad de generar empleo. No puede haber final feliz en esta historia. Cualquier opción tendrá elevados costos de transición que deben manejarse con cuidado. Insistir en la convertibilidad per se parecería, sin embargo, la peor de las opciones: sólo prolonga la crisis actual y eleva los costos futuros de cualquier alternativa.