Lo que el otro yo del presidente quería…
Leonardo Garnier

Sub/versiones – La Nación: Mayo 2, 2002
Recién pasado el 3 de Febrero, nos enteramos de que Rolando Araya no había sido Rolando Araya durante la campaña – “me agarraron como burro de carga a recorrer el país y eso me desquició mentalmente, psicológicamente” –. Ahora, venimos a enterarnos de que el Miguel Ángel Rodríguez que hemos tenido de presidente por cuatro años no era el verdadero Miguel Ángel Rodríguez: su gobierno no fue lo que él quiso ni lo que él cree que debió haber sido.
¿Qué quería hacer don Miguel Ángel, cuál era ese proyecto estratégico que no lo dejaron ejecutar? Él mismo lo explica en dos sendas entrevistas a La Nación y El Financiero: “No me dejaron hacer las reformas que yo propuse. Para hacerlo, dije que había que vender el INS, el Banco de Costa Rica, FANAL, BICSA, pagar deuda interna, abrir el monopolio de las telecomunicaciones. Eso era indispensable para alcanzar los objetivos.” El lamento postrero del presidente es casi conmovedor: “Nosotros queríamos vestirnos con un traje de casimir azul, que era la venta de activos y la concesión de la banda electromagnética, pero nos lo pararon; la fracción de Liberación Nacional dijo no vamos a aprobar nada de esto.”
Don Miguel Ángel cree que fue, en parte, cuestión de táctica: “tal vez debí comenzar con la apertura de seguros y no con el ICE” y considera que su principal error fue haber frenado el proceso de concertación: “Cometí el enorme error de pararlo cuando tuve el dictamen de las comisiones. Ante la presión de la gente, incluso de los medios, de que estábamos perdiendo el tiempo, caí en la trampa de sólo irme a la Asamblea Legislativa”. A confesión de parte…
Pero yo creo que su error no fue tanto el haber detenido la concertación, como el haber intentado utilizarla para legitimar propuestas que no reflejaban fielmente los acuerdos de esas comisiones a los que hoy se refiere con nostalgia. Peor aún, cuando primero apostó a la concertación, lo hizo debilitando la negociación política que luego requeriría en la Asamblea; pero después, al buscar esa negociación, erosionó la legitimidad de la concertación, con lo que falló por partida doble. Al final, la gente se opuso al ‘combo’ y a las ventas de activos, no porque “prefirió creerle a los mentirosos que decían que estábamos privatizando al ICE”, sino porque no tuvo – y no tiene – confianza de que fueran transparentes, eficientes y convenientes. La experiencia latinoamericana con las privatizaciones no ha sido particularmente feliz, y tampoco ha sido alentadora nuestra experiencia con el aeropuerto, ni los múltiples fracasos con la concesión de obra. Por eso, frente a los riesgos de reformas oscuras, la gente intuyó lo que hoy don Miguel Ángel confirma: “hemos probado que se puede trabajar sin apertura”; y que, en asuntos complejos, la prisa es siempre mala consejera.
Volviendo al inicio: si Araya no fue Araya, ni Miguel Ángel fue Miguel Ángel… ¿será don Abel, don Abel? Algunos temen que, de pronto, tras el hombre simpático y paternal de la campaña, surja el otro yo del Dr. Pacheco… o, peor aún, que el Dr. Pacheco se nos transforme en Mr. Hyde.