Lo que no se refuta ¡que se atienda!
Anónimo

Leonardo Garnier
Sub/versiones – La Nación, Costa Rica: jueves 6 de enero, 2005
A veces uno se pone optimista y cree que los seres humanos opinamos y actuamos de acuerdo con nuestros conocimientos y con la información que, de alguna forma, hemos adquirido y asimilado. Pero, otras veces, la realidad nos obliga – valga la redundancia – a ponernos realistas y darnos cuenta de que no, no es en el conocimiento ni en la información en lo que nos apoyamos para opinar y actuar, sino en nuestras creencias. No actuamos de acuerdo con lo que sabemos – y mucho menos con lo que “deberíamos saber” dada la información disponible – sino según lo que creemos, aunque las evidencias, la información y el conocimiento nos inviten a actuar y opinar de otra forma.
Un ejemplo de esta semana: a pesar de toda la información disponible, a pesar de los argumentos que meses atrás desarrollamos en aquella ‘comisión de notables’ que estudió las finanzas del ICE, a pesar de las nuevas publicaciones del Banco Mundial que demuestran que es más lo que nuestros países pierden – y dejan de ganar – por no hacer a tiempo las inversiones públicas necesarias para la competitividad, el crecimiento, el desarrollo y el bienestar, a pesar de todo eso, el editorialista de este martes en La Nación se deja decir: : “¡Otra vez el ICE!” y, desde sus creencias, nos repite, una vez más, que el ‘déficit’ del ICE es la causa de todos nuestros males; llegando al extremo de insinuar que hasta el aumento de la pobreza que vivimos el año pasado se origina, de alguna manera, en que el ICE no cumpliera con el absurdo superávit que le pidió Hacienda.
No sería bueno que esto de opinar de acuerdo con unas creencias que no calzan ni con la teoría ni con la evidencia le pase a perico de los palotes, pero tampoco sería tan grave. La cosa es distinta cuando esto le ocurre a un amigo editorialista cuya misión es, precisamente, la de formar opinión. Y, en este caso, ¡la deforma! No voy a repetir aquí todas las razones que ya dimos en la mentada comisión – ni los que agregan Easterly y Servén, del Banco Mundial, al analizar el caso latinoamericano – pero sí proclamo un par de ideas básicas que, a menos que sean refutadas (y no lo han sido) tienen derecho a prevalecer frente a las creencias:
Primero, las inversiones del ICE en electricidad o telecomunicaciones no tienen un impacto macroeconómico distinto al que tendrían si hubieran sido hechas por una empresa privada, ni distinto al de las inversiones que producen cemento, cerveza, confites o chips de computadora. Segundo, el impacto de esas inversiones sobre la demanda – que tanto preocupa al editorialista – tiene que analizarse junto con su impacto sobre la oferta: no son simples gastos, son inversiones que producen electricidad y telecomunicaciones que, a su vez, se requieren para producir otros bienes y servicios. Esto no justifica cualquier inversión, pero si algo nos ha hecho daño en este país no son las inversiones ‘excesivas’ del ICE sino el atraso en esas y en otras inversiones públicas que eran vitales para el desarrollo. Discutamos hasta la saciedad, hasta que el conocimiento se transforme en creencia, en opinión y en acciones… a ver si dejamos de frenar, recortar y atrasar estas inversiones por una mal entendida – y falsa – disciplina fiscal. Lo que no se refuta ¡que se atienda!