Ni tan buena, ni tan fácil…
Leonardo Garnier

Sub/versiones – LA NACION 11/4/02
A sólo cuatro semanas de su primer día como ex presidente, don Miguel Ángel debe estar agradecido con un viejo fracaso: el de que, años atrás, no llegara a aprobarse alguna de las versiones de Reforma Constitucional que, con el título de ‘Garantías Económicas’, él mismo impulsaba con insistencia, ya como diputado de Gobierno, ya como líder de la oposición. Tal importancia daba a su propuesta que, en una de las exposiciones de motivos, afirmaba que esa “podría ser la reforma más importante desde 1949”. Pero la reforma no se aprobó entre 1990 y 1994, ni tampoco entre 1994 y 1998 y, así, los gobiernos siguieron sin cumplir con aquellos estrictos límites que, supuestamente, nos conducirían ‘al progreso por la libertad’. En 1998, don Miguel Ángel llegó a la Presidencia. Lo que antes no se había logrado por reforma constitucional o legal, podría – finalmente – ejecutarse por convicción, mostrar sus virtudes y, ¿por qué no? concretarse luego en el texto constitucional. Pero no fue así, y es por eso que hoy, aunque suene extraño, el Presidente debe estar, si no agradecido, al menos aliviado.
Y digo aliviado porque se habría visto en serios problemas si, antes de su elección, se hubiera elevado a rango constitucional aquella obstinación suya de que “el déficit no debe ser más del 1% del PIB”. En efecto, aunque haya recibido la situación fiscal más cómoda de las últimas décadas, con un déficit de sólo un 2% del PIB en su primer año – apenas la mitad del 4.3% y 4.1% que heredaron don Oscar y don Rafael Ángel, y una tercera parte del 6.4% que tuvo que enfrentar don José María – don Miguel Ángel no logró ni acercarse al 1% del PIB en los cuatro años de su gobierno. Al contrario, se alejó: el déficit fiscal subió a 3.2% y 3.8% del PIB en 1999 y 2000, y el gobierno lo estima en 2.9% para el 2001, cifra optimista pero aún lejana al mítico 1%: ¡es casi el triple! De haber estado en vigencia las Garantías Económicas en que insistía el economista Rodríguez, el Presidente Rodríguez se habría visto en tremendos aprietos, violentando la Constitución los cuatro años consecutivos de su administración. Y lo habría hecho por múltiples motivos, ya que no sólo el déficit, sino también el gasto público creció más de lo que su propuesta permitía. ¿Y la oferta monetaria…? ¿Y el endeudamiento público…? En fin…
Claro, don Miguel Ángel podría decirnos hoy que, como los costarricenses no le aprobamos el proyecto de Garantías Económicas en su momento, él no tenía por qué sentirse obligado, una vez electo, a cumplir con tan estrictos límites. Tal vez sí, y tal vez no… pero eso sólo querría decir que ni él mismo creía en tales límites o que, una vez en el gobierno, comprendió que en realidad su vieja propuesta no eran tan buena. A lo mejor siguió pensando – como suelen hacer algunos economistas – que ‘en teoría’ sí era tan buena, aunque no tan fácil de aplicar en la vida real (como bien dijo una vez doña Mireya: “no es lo mismo verla venir…”). Yo, por mi parte, sigo convencido, como entonces, de que la idea de tales garantías no era ni tan fácil… ni tan buena.