¡Que les pregunten lo mismo!
Leonardo Garnier

Leonardo Garnier Sub/versiones: La Nación, Costa Rica, jueves 19 de enero del 2006
“Soy mujer, socialista, víctima de la dictadura, separada y agnóstica; junto cinco pecados capitales, pero vamos a trabajar bien” – dijo Michelle Bachelet al dirigirse a los mandos militares cuando asumió el cargo de Ministra de Defensa en Chile. Treinta años antes, su padre, general de la fuerza aérea, había muerto en prisión torturado por las fuerzas golpistas de Pinochet; Michelle y su madre fueron detenidas y torturadas durante dos semanas y exiliadas. A su regreso, y antes de ser Ministra de Defensa, esta médica, pediatra y epidemióloga que domina seis idiomas, madre soltera de tres hijos, había sido ya Ministra de Salud. Hoy, por méritos propios, Michelle Bachelet es la primera presidenta electa de Chile.
Ante su triunfo, algún periodista le espetó una de esas preguntas que nunca le hacen a un hombre cuando asume algún alto cargo político o empresarial: ¿cómo va a arreglárselas una mujer – madre soltera, además – para ser presidenta sin descuidar a sus hijos? Siempre es igual: la mujer diputada, ministra, ejecutiva, médico o gerente... es la madre irresponsable que, por no descuidar su trabajo y estar de pronto ocupada hasta altas horas de la noche, descuida la atención de sus hijos y, si lo tiene, al pobre marido. Ah... pero el hombre que hace lo mismo simplemente cumple con su deber: para eso tiene una esposa en casa que se encarga de esas tareas domésticas a las que él, de vez en cuando ¡y cómo se le reconoce entonces! ayuda; pero que, como responsabilidad, son de ella. Un hombre responsable puede – y hasta debe – faltar a su papel de padre o de esposo cuando así lo exige el trabajo o una actividad social importante. Es por eso – piensan algunos – que las mujeres, sí, claro, pueden trabajar... pero no en esos cargos que les exigirían descuidar su responsabilidad primaria.
La respuesta de Bachelet fue inmediata y certera: “Me encantaría que si aquí hubiera estado un hombre, le hubieran preguntado lo mismo.” Y agregó: “A los ministros, cuando yo los nombre, pregúnteles cómo se las arreglan para ver a sus hijos, porque debieran verlos también. Hombres y mujeres debieran hacerse cargo de la familia y a eso es a lo que yo quiero contribuir”. Ése, y no otro, es el meollo de la cuestión. Una parte de la tarea – y en ésa hemos avanzado más – está en lograr que las mujeres tengan tantas oportunidades de acceso como los hombres a todos los espacios de la vida pública: que ser ‘hombre público’ y ser ‘mujer pública’ dejen de tener sentidos tan distintos. Pero además – y para que ese primer paso funcione – hay que lograr que en los espacios privados, en la vida íntima y en las responsabilidades y gozos familiares, hombres y mujeres compartan también las mismas responsabilidades y derechos: que ser padre y esposo sea tan importante como ser madre y esposa. ¡Y que les pregunten!